¿Escuchas mi angustia?

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—Buenas tardes habla al taller de Jerry ¿qué es lo que necesita?— animoso sonaba el recepcionista.

—¿Se encuentra el señor Ben Everett?—la voz de una mujer se escuchaba al teléfono.

—Aquí se encuentra nuestro querido mecánico automotriz.—

—¿Podría ponerlo al teléfono? Necesito decirle algo urgente sobre su niño.—

—A sus órdenes señorita.— dejó la llamada en espera. —Ben, al teléfono te están cotizando.— gritó por el parlante que había para hablarles a los empleados.

Silbidos y chasquidos se escuchaban alentando a Ben para que fuera a ver quien era la persona que estaba pidiendo su presencia. Limpió sus manos con una toalla llena de aceite quedando inconforme se las restregó en su sucio uniforme quedándole un poco más limpias, al menos para no machar lo que tocara. Fue a donde lo llamaban tomando la línea.

—Hola, habla Ben.— usó su típica voz ronca en tonos bajos.

—Buen día señor Ben me comunico con usted porque Andy lastimó a una de sus compañeras y no podemos localizarlo dentro de la escuela.— apretó su entrecejo con sus dedos manteniendo los ojos cerrados.

—No otra vez.— siseo entre dientes. —Voy apara allá.— colgó la llamada duramente.

—¿De nuevo el pequeño engendro?— curioseo su amigo.

—Si.— estaba decepcionado, esperaba que no tuviera que cambiarlo de escuela por su comportamiento antisocial.

—Suerte hermano.— puso su mano en su espalda.

—Gracias, la voy a necesitar.— salió yendo al instituto.























—¡Andy!— levantaba la voz más de lo acostumbrado implorando su nombre. —¡Andy ven aquí estoy yo, Ben!— algunos alumnos que iban saliendo del campus se le quedaban viendo extrañados.

—¿Han visto a un niño de 1,33 cm de altura, delgado, de tez blanca, rubio de ojos negros con el uniforme negro de primaria?— se acercó a unos chicos desesperado, ellos negaron evitándolo rápido. —Responde al nombre de Andy, si lo ven díganle que mamá lo busca.— siguió preguntando a los jóvenes que veía, a los guardias que cuidaban el campus, a los encargados de limpieza y algunos maestros que se topaba.

—Señor Ben, que bueno que llegó, Andy no está por ningún lado.— estaba preocupada cansada de buscar.

—Lo sé, tampoco puedo encontrarlo.— chasqueo la lengua. —¿Qué pasó para que hiciera esto?— la alfa se tensó.

—Nada fuera de lo normal no se preocupe.— mintió.

—¿Van a expulsarlo?— estaba angustiado.

—Oh no, no, nosotros nos haremos responsables de este incidente.— se le hizo muy raro a Ben mas no dijo nada volviendo a buscar a su pequeño.

Uno de los grupos a los que Ben preguntó sobre Andy decidió buscarlo a cuenta propia, al ver lo desesperado que estaba el alfa de ojos azules.

Habían pasado 6 horas y seguían sin encontrar el rastro del niño. Sus compañeros ya hacia mucho que se habían ido y la madre de Megan al enterarse se puso furiosa con las maestras, esperaba que reprendieran firmemente al mocoso que se había atrevido a agredir a su hija.

En cambio Ben estaba devastado, se sentó en una banca tomando un poco de aire completamente desesperanzado, la impotencia le carcomía su ser, quería saber que era lo que le habían hecho a su pequeño. Apretó los puños hasta que sus nudillos se tornaron blancos, encajándose las uñas en las palmas de sus manos hasta sacar un líquido carmín. Sus ojos estaban cristalinos, no podía permitirse llorar en público, su orgullo no se lo permitía.















El jardín de las delicias Donde viven las historias. Descúbrelo ahora