Formidable

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Por la mañana regularmente Ben despertaba más temprano de lo usual para preparar el desayuno y despertar a Andy, sin embargo, esa mañana no fue así.

Despertó como de costumbre, en pantaloncillos, rascando su abdomen ligeramente marcado, cubierto por una línea de vellos que subía hasta su ombligo.  Somnoliento y con toda la pereza del mundo arrastraba su cuerpo en dirección a la habitación de Andy, encontrándose solamente con su fantasma.

—Enano.— alargó las palabras.

—¡Hey, Stupid ass!— gritó, más no hubo respuesta.

—¡ANDY!— alzó más su voz, obteniendo por igual una respuesta nula.

—¡Andy sal, no estoy jugando!— un fuerte olor a quemado sobresaltó sus sentidos.

Con el ritmo acelerado y el corazón en la garganta de que algo le habría pasado al pequeño, fue velozmente a la cocina encontrando al niño montado en una silla con su uniforme listo para la escuela, cocinando o haciendo el intento de preparar el desayuno.

—Hola.— le sonrío como si nada.

—Joder Andy, ¡¿qué carajos estás haciendo?!— se acercó rápido a él viendo lo que había en el sartén, huevos completamente carbonizados revueltos con cáscaras de los mismos.

—Te hice el desayuno.— seguía con la misma sonrisita repleta de carisma e inocencia.

Ben lo bajó de la silla apagando la estufa, milagrosamente no se había quemado o cortado pero el sartén ya no servía, el huevo quedó pegado al no ponerle aceite y ya no podría volver a usarse. Tomó un plato y sirvió lo que pudo, pues estaba adherido a la sartén. Pensaba tirarlo a la basura hasta que escucho la voz de Andy decir. —¿Vas a comerlo?— con entusiasmo.

—Pfft.— se le escapó un bufido. Dudoso accedió a hacerlo. —Claro que si puñetin.— un tic en el ojo le comenzó a brotar.
Agarró el plato, un cuchillo y un tenedor, fue a sentarse a la mesa para poder probarlo. Dio un trago grande de saliva en seco, esa cosa no se veía comestible, ni siquiera que un humano pudiera comerla, de seguro en el trabajo le daría diarrea o vomitaría a lo largo del día.

Con sus manos temblorosas partió como pudo esa cosa, encajó el tenedor en el y sin masticarlo lo tragó todo. —Ughr.—

El vomito se hizo presente, pero el niño lo miraba expectante así que se tragó su propio vomito, este se le volvió a regresar, no podía pasarlo así que fue por un vaso de agua aún con el vomito en su boca, tragándolo todo nuevamente junto con el agua.

—¿Cómo estuvo?, ¿Te gustó?— preguntaba entusiasmado y ansioso por saber lo que diría su comensal, sus ojitos le brillaban de la gran emoción que sentía, creía que había hecho un buen trabajo.

—S-si— levantó las comisuras de sus labios falsamente, recogiendo el plato llevándolo al fregadero.

—¿No vas a comerlo todo?— Ben abrió sus ojos como platos tensándose.

—E-ejem.— carraspeó su garganta. —Claro que si pequeño, estaba por guardarlo en un topper y llevármelo al trabajo.— mintió.

El nene se acercó a abrazarlo por la cadera restregándose como siempre hacía, mostrándole todo el afecto que le tenía a aquel hombre semi desnudo.

—Espero te gustara, puedo preparar más si qui...—

—NO— negó rotundamente. —No, no, no, no, cómo crees Andy, todavía estás chiquito para eso, no no. Mejor enfócate en encargarte de tus estudios, ¿está bien? Luego te enseñaré a cocinar.—

El jardín de las delicias Donde viven las historias. Descúbrelo ahora