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Jungkook se sostenía la cabeza y jalaba de su cabello con desesperación yendo de un lado a otro mientras Jimin lo observaba desde la esquina con ojos inquietantemente serenos sin una pizca de miedo o preocupación.

—Tú... ¡Me destruiste! ¡Sin razón! ¡Eres un mentiroso!

—¿Ahora no crees ser inocente?

—Es que... —los ojos de Jungkook brillaban entre lágrimas—, sé que no lo hice, pero... ¡Siento tanta culpa por dentro! ¡Y tú solo viniste a mortificarme! ¡Dañaste a mis amigos! ¡Me dañaste a mí! ¡Tú a quien tanto amé!

—¿Y si dijera que tú pudiste haber hecho algo y no lo hiciste? ¿Eso no te hace también un asesino? ¿Por qué los espectadores siempre son inocentes? —su voz era como el siseo de una víbora, aún con la diferencia de fuerzas se sentía aterrorizado.

—Se acabó, Jimin, le diré a la policía que estás aquí, le diré a tus hermanos y a todos —Jungkook corrió hasta la puerta y la abrió, pero antes de salir el pelirrosa se interpuso en su camino.

—¿Piensas que te creerán? Saben que yo no tendría motivos para lastimarte, además ahora podemos estar juntos y sin presiones. 

Las manos de Jimin subieron hacia las mejillas de Jungkook y acariciaron su rostro, se sentía bien, el tacto lo traspasaba, sentía que se hundía hasta acariciar su alma y se derritió en él, estaba mal sentirse tan bien entre sus manos, pero no podía contenerlo... 

—Jimin —le habló con voz suave—, te lo ruego... dime qué pasó ese día.

—Sácame las respuestas.

Una frase tan simple que hizo eco en el cerebro de Jeon.

El golpe de emociones rompió la tensión en el aire y finalmente sus labios se juntaron con desesperación mientras los botones en la camisa de Jimin se desprendían uno a uno y la ropa caía al suelo tan lento como cerezos de primavera.

El placer los atrajo hasta la cama, los apretones y caricias eran duros y dejaban marcas dolorosas en la piel, pero Jungkook estaba tan anestesiado para sentirlas y medirlas.

Esa piel blanca, esos labios cereza y ese cabello de primavera, él quería destruirlo, Jungkook quería despedazarlo hasta que solo quedaran las respuestas, lo comparó con un cofre con candado y sin llave, no podía seguir siendo delicado, él solo tenía que romperlo para que se abriera.

—J-Jungkook —Jimin gimió mientras los dedos húmedos del mencionado se hundían en su entrada suciamente.

Jungkook silenció su voz con besos, besos bruscos, mordidas dolorosas, una mano apretando su cuello blanquecino y los dedos abriéndose paso para hacerlo sufrir.

No era así como solían hacerlo, pero se sentía bien.

Las embestidas reales, aunque con torpeza, eran profundas y acertadas, él jadeaba, Jimin gemía y se sostenía de sus brazos sudorosos mientras su rostro se contraía en expresiones de placer, pero todavía había una sonrisa detestable en sus labios.

Jungkook adoraba su cuerpo delicado como un diamante, se sentía fascinado con cada uno de sus movimientos, Jimin se filtraba entre sus poros hasta llegar a su alma y lo amaba.

Pero no se sentía como antes.

Jungkook ya no buscaba respuestas realmente, él solo quería filtrarse en Jimin hasta encontrar al hombre que extrañaba y que no podía dejar ir, el pelirrosa que jamás tendría intención de herirlo, el que daba calidez a su hogar, el que olvidaba los lentes en su pupitre todo el tiempo haciendo que Jungkook tuviera que regresar por ellos, el adorable de ojos azules como el cielo que le enseñaba las maravillas olvidadas de la ciudad, el chico que lo despertaba a besos en las mañanas, a quien le brillaban los ojos mientras hablaba de lo que amaba, aquel chico que no estaba construido de olas, aquel que no se llevaba todo a su paso para después relajar sus aguas como si nada hubiera pasado, aquel que no era un mentiroso, que no era su verdugo, aquel Jimin que se sentía real. Extrañaba al pelirrosa que lo amaba.

Reminiscence | kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora