Capitulo 4: Sería dichoso si me hablara toda la puta vida de sus heroínas.

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—Huele de maravilla, Mel — dijo Camila, entrando a la cocina.

Aún no me había visto, porque estaba sentado en un taburete de la cocina que está detrás de una pared delgada.
La escuché moverse por la cocina mientras le decía a Melanie lo bien que se veía todo.

—Mira quien me ayudó con las bolsas.

Eso último lo dijo Mel y la frase quedó flotando en el aire cuando me encontré con sus ojos castaños claro y su cabello café con matices rojos.
Llevaba puesto unos pantaloncillos de jeans todos manchados de pintura y un crop top negro hasta las costillas de tirantes, también manchado de pintura, al igual que su estomago, piernas, costillas, brazos y cara. Y en  su cabello corto llevaba una banda de color azul atado en la parte inferior de su cabeza, justo debajo del cabello por encima de la nuca.

Se sonrojó al verme y yo le sonreí.

—Hola — la saludé.
—Eh… hola, vecino.

Me siguió observando hasta que Melanie le grito:

—¡Por Dios, Cam, deberías ir a darte un baño antes de comer! ¡Estás toda llena de pintura!
—Me gusta estar así— replicó ella, con altanería y burla—. Además, me lavé las manos, y es lo único limpio que necesito para comer.
—Eres insufrible — suspiró Mel.
—Lo sé, pesada — le sacó la lengua como si fuera una niña pequeña y se volvió a mí—. ¿Qué tal la uni?
—Nada mal, pero tampoco es fenomenal — me encogí de hombros y empecé a comer los sándwiches que me había servido Melanie en un plato.
—Estudias Derechos ¿cierto?
—¿Cómo lo sabes? — inquirí, confundido.
—A tu compañero de piso se le escapó hablando con Mel, y a ella se le escapó hablando conmigo —esbozó una sonrisa.
—Ya, si, suena muy a Max— y ambos empezamos a reírnos. —. Creo que esto sonará raro…
—Me gusta cuando las cosas suenan raras — dijo, con una sonrisa suave en sus labios.
—… te escuché tararear hace un rato. Me gusta como tarareas.
—Es algo que hago inconscientemente — se sonrojó.
—Melanie dijo que era de una película de Barbie.
—No es cualquier película de Barbie: es la película de Barbie.
—¿Te gusta Barbie?
—Barbie en una aventura de sirenas me fascina. Y Barbie en sí, pues me encanta. Forma parte de mi grupo de heroínas de caricaturas — dijo emocionada.
—¿Es que tienes más heroínas que son caricaturas?
—Por supuesto — dijo, decidida.
—¿Cuáles más?
—Dora.
—¿Dora? ¿Qué Dora?
—Dora la exploradora. Ella es la principal. Le debo todo lo que sé a ella. Es algo tonto y aburrido hablar de eso…
—Todo lo contrario.

A mí háblame toda la jodida vida de lo que desees.

Me volvió a sonreír.

Melanie entró a la cocina y empezó a buscar algo como loca.

—¿Qué buscas, Mel?
—Algo… que, eso… no es no…— murmuraba ella, hasta que sacó una cajita de madera de uno de los cajones.
—Oh, ya veo…—dijo Camila, y yo solo las miraba.
—Sí, bueno, es para cuan…— empezó a explicar hasta que ella misma se interrumpió al escuchar pasos provenientes del pasillo —. ¡MARCO!

Soltó un chillido al ver al chico que apareció en la sala. Sin camisa.

Era un chico alto, atlético, con su cuerpo tonificado. Su cabello era café, con un matiz rojo muy peculiar y esbozaba una sonrisa amigable.

Tendría unos tres años más que yo.

—Hola, Mel — saludó el chico—. Cami, me tardé porque no encontraba mi camisa, y recordé que la escondiste porque te la quieres quedar.

Se posicionó detrás del taburete de Camila, y la abrazó por la espalda, colocando su barbilla en el hombro izquierdo de ella.

Ella me vio y sonrió.

De estrellas y otros eclipses Donde viven las historias. Descúbrelo ahora