Capitulo 7: mi Voldemort.

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Y era viernes.

Otra vez, joder.

Pero a diferencia de los fines de semana pasados, no quería salir. Ni tomar. Ni tener sexo…, bueno, quizás un poco de lo último si me apetecía, pero como las palabras de Gem me hicieron eco toda la semana, pues ya no era lo primordial.

Suspiré y tocaron la puerta de mi cuarto.

— Pasa, Max — murmuré.

Abrió la puerta de mi habitación y lo miré justo cuando hizo una mueca al verme.

— Guao, tú cara.

— ¿qué pasa con ella?

— No has ido de fiesta y ya parece que la juerga fue fuerte.

— Oh, cállate — puse los ojos en blanco y se sentó en la silla de mi escritorio, junto a mi cama.

— ¿Y Gema, cómo está? — preguntó.

— ¿sigues pirado por Gem?
— inquirí, con malicia.

— Eso fue a los nueve años, idiota
— resopló y yo reí.

— Entonces, ella está bien.

Reímos y me vino un recuerdo fugaz.

Fue inevitable.

Estábamos sentados en el cuarto de Max comiendo helado y doritos.

— A Max le gusta Gema — dijo Vega, de repente. Así era ella.

Yo abrí los ojos como platos y Max se puso rojo y luego pálido.

— Pe- pero ¿cómo lo sabes? — le preguntó Max.

— ¿O sea que es verdad? — casi grité al preguntarlo.

— Yo lo sé todo — dijo Vega, casi indiferente pero con una sonrisa burlona en sus labios.

Y los tres empezamos a reírnos.

Max parece haber tenido el mismo recuerdo porque me miró con la misma mirada que me dedicaba cada vez que veíamos que pasaba algo que nos recordaba a Vega.

La primera regla que creé cuando ella se mudó fue nunca hablar sobre ella.

Nunca.

La segunda fue que jamás veríamos Harry Potter  nuevamente. Bueno, al menos yo no lo vería nunca más, y Max tampoco si estábamos juntos.

Max suspiró.

— Gema me lo contó —  dijo y yo fruncí el ceño.

— ¿El que te contó?

— So lento. Sobre tu Voldemort.

— ¿Mi q-qué…? ¿Mi Voldemort?

— Si, tu Voldemort, ya que nunca se puede mencionar su nombre.

Lo miré como si le hubieran salido tres cabezas, pero él solo miraba el techo.

Volvió a suspirar.

— Me contó que ella está enferma.
Y ahí entendí lo de Mi Voldemort.

Suspiré.

— Mi mamá aún no sabe que es lo que tiene, pero parece ser grave
— dije.

— Suele hacerme falta…

— Max…

— Algún día debemos hablar de ella. Sea por la razón que sea — murmuró.

— No quiero hacerlo.

De estrellas y otros eclipses Donde viven las historias. Descúbrelo ahora