Llegamos a la zona de departamentos totalmente exhaustos.
Camila sudada, doblada por la mitad con ambas manos en sus rodillas intentando tomar aire justo al pie de la escalera y yo, bueno, yo sentía que mis pulmones explotarían en cualquier momento, pero no pasó.
Gracias a las estrellas.
Corrimos tomados de la mano por tres cuadras, sin contar el trayecto de la última cuadra hasta la zona de los departamentos.
Observé a Camila que se estaba empezando a recuperar.
Ella se enderezó y me miró, aún jadeante, con el cabello pegado a su cara por el sudor, pero con una sonrisita ladeada.
— Lo siento, sentí que había fantasmas y tuve el impulso de correr — me explico, con la voz entrecortada.
— ¿Fantasmas? — pregunté, y me di cuenta que tenía la boca seca.
— Dios, si. Muchos fantasmas. Un montón —hizo varios ademanes con las manos—. El estadio estaba repleto de ellos; pero no corrí por miedo, solamente fue… un impulso. Como si alguien me hubiese susurrado al oído que debía correr, y muy rápido.
— Seguro fue un fantasma — quise sonar irónico, pero sonó más a una afirmación.
— Quizás.
— No me gustan los quizás
— aseguré.— A mí me encantan — me aseguró.
La miré con los ojos entrecerrados: eso me recordó a Vega.Sacudí mi cabeza y la vi nuevamente; me estaba sonriendo, ya ni se le veía cansada, hasta que se llevó una mano a la cabeza, justo a la sien.
Cerró los ojos con fuerza y se empezó a masajear la sien con dos de sus pequeños dedos.
— ¿Pasa algo?
— Solo un pequeño mareo: necesito hidratarme. Bueno, necesitamos
— dijo, sonriente.— Vamos a que te hidrates, no me gustaría avisarle a Melanie que estamos en el hospital.
De repente palideció y me miró con los ojos muy abiertos.
— Por si te desmayas — añadí y eso pareció calmarla porque empezó a reír con fuertes carcajadas.
No era una risa fingida: era lo contrario.
Se estaba riendo con tanto esmero que empecé a reírme con ella, aún sin saber el motivo.
Se calmó un poco y dijo:
— Se pondría hecha una furia. Pobre de ti si te toca enfrentarla.
— Lo imagino.
— Bueno, hora de subir. ¿no quieres subir las escaleras corriendo? — dijo burlona.
— Admito que hacer ejercicio está bien... — le aseguré y empezamos a subir. Nos separaban 40 centímetros — , pero vamos poco a poco.
Y me sonrió.
Subimos y hablamos del carácter tan fuerte de Melanie y de lo embobado que ese carácter traía a Max.
Camila nunca me dejó de sonreír hasta que nos faltaban tres peldaños de las escaleras para llegar al pasillo de nuestros departamentos.
Yo la veía a ella, y ella veía la puerta de mi departamento con el ceño fruncido.
Seguí su mirada y me encontré a una Emilie, lo más probable que borracha, y con poca ropa: una mini falda y un top, que se parecía más a un sujetador.
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De estrellas y otros eclipses
Ficção AdolescentePrefacio. Primavera: maldita estación que lo único que hace es recordarme a ella... Camino firme hasta la entrada del dichoso lugar que no hace más que demoler cada uno de los cimientos que construí durante todos estos años. Pero no culpo al lugar...