Capitulo 9: Mierda, Emilie.

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Llegamos a la zona de departamentos totalmente exhaustos.

Camila sudada, doblada por la mitad con ambas manos en sus rodillas intentando tomar aire justo al pie de la escalera y yo, bueno, yo sentía que mis pulmones explotarían en cualquier momento, pero no pasó.

Gracias a las estrellas.

Corrimos tomados de la mano por tres cuadras, sin contar el trayecto de la última cuadra hasta la zona de los departamentos.

Observé a Camila que se estaba empezando a recuperar.

Ella se enderezó y me miró, aún jadeante, con el cabello pegado a su cara por el sudor, pero con una sonrisita ladeada.

— Lo siento, sentí que había fantasmas y tuve el impulso de correr — me explico, con la voz entrecortada.

— ¿Fantasmas? — pregunté, y me di cuenta que tenía la boca seca.

— Dios, si. Muchos fantasmas. Un montón —hizo varios ademanes con las manos—. El estadio estaba repleto de ellos; pero no corrí por miedo, solamente fue… un impulso. Como si alguien me hubiese susurrado al oído que debía correr, y muy rápido.

— Seguro fue un fantasma — quise sonar irónico, pero sonó más a una afirmación.

— Quizás.

— No me gustan los quizás
— aseguré.

— A mí me encantan — me aseguró.
La miré con los ojos entrecerrados: eso me recordó a Vega.

Sacudí mi cabeza y la vi nuevamente; me estaba sonriendo, ya ni se le veía cansada, hasta que se llevó una mano a la cabeza, justo a la sien.

Cerró los ojos con fuerza y se empezó a masajear la sien con dos de sus pequeños dedos.

— ¿Pasa algo?

— Solo un pequeño mareo: necesito hidratarme. Bueno, necesitamos
— dijo, sonriente.

— Vamos a que te hidrates, no me gustaría avisarle a Melanie que estamos en el hospital.

De repente palideció y me miró con los ojos muy abiertos.

— Por si te desmayas — añadí y eso pareció calmarla porque empezó a reír con fuertes carcajadas.

No era una risa fingida: era lo contrario.

Se estaba riendo con tanto esmero que empecé a reírme con ella, aún sin saber el motivo.

Se calmó un poco y dijo:

— Se pondría hecha una furia. Pobre de ti si te toca enfrentarla.

— Lo imagino.

— Bueno, hora de subir. ¿no quieres subir las escaleras corriendo? — dijo burlona.

— Admito que hacer ejercicio está bien... — le aseguré y empezamos a subir. Nos separaban 40 centímetros — , pero vamos poco a poco.

Y me sonrió.

Subimos y hablamos del carácter tan fuerte de Melanie y de lo embobado que ese carácter traía a Max.

Camila nunca me dejó de sonreír hasta que nos faltaban tres peldaños de las escaleras para llegar al pasillo de nuestros departamentos.

Yo la veía a ella, y ella veía la puerta de mi departamento con el ceño fruncido.

Seguí su mirada y me encontré a una Emilie, lo más probable que borracha, y con poca ropa: una mini falda y un top, que se parecía más a un sujetador.

De estrellas y otros eclipses Donde viven las historias. Descúbrelo ahora