Capitulo 6: Las visitas de drama.

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Me desperecé en la cama pero algo me impidió moverme hacia la derecha.

Algo no: alguien sí.

Me pasé las manos por mi cara y suspiré. Ese día se me venía un drama de los buenos.

Intenté recordar lo que pasó.

— Hola, preciosa — saludé a una chica que tenía ya rato mirándome.

Me golpeé la frente con mi palma derecha al ver que mis recuerdos eran borrosos.

— Vamos a terminar esta noche de sábado como es realmente — .Le dije a la chica de cabello corto de la fiesta.

Llegamos a mi departamento y empezó la diversión.

— Joder…

Murmuré lo mismo unas diez veces y salí de mi cama para ir directo por una aspirina mientras los recuerdos seguían llegando.

—Joder, Ed…— gimió la chica y recuerdo haber sentido un escalofrío recorrerme todo el cuerpo.

— No me digas así si quieres seguir con esto — le dije, separándome un poco de en medio de sus muslos.

Dios, nadie me había dicho así desde que ella se fue.

Me tomé la aspirina con un buen trago de agua y empezó a sonar mi celular.

Mi hermana.

Mierda.

Domingo: se supone que hablaba con mi familia cada domingo.

Revisé y vi que tenía más de veinte llamadas perdidas.

Mierda.

Contesté.

— Hermanita…

— ¡Y una mierda! — gritó y cerré mis ojos: aun me dolía la cabeza. —. ¿Se puede saber por qué no respondías a nuestras llamadas, Altaír?

— Lo siento, seguía dormido y el celular no estaba en mi cuarto — expliqué.

— Pues más te vale que abras la maldita puerta de tu estúpido departamento ahora mismo, Eduardo Altaír Ruthman.

Pero ¿Qué mierda…?

Toma ya, lo que te faltaba.

Suspiré y abrí la puerta.

— …vocabulario no es de una señorita, Gema — decía mi madre y Gema volteaba los ojos.

— Es culpa de este imbécil — dijo mi hermana, señalándome con ambas manos con un gesto que me daba a entender que era el culpable de todos sus problemas.

Las observé por unos segundos de más; no me gustaba que me visitaran sin previo aviso.

Mi mamá me sonrió y Gema me miraba con una mueca de asco y horror; no me había visto en un espejo pero imaginé la cara y las pintas que cargaba.

— Hola, mamá — abrí la puerta un poco más y besé su mejilla.

Gema entró y soltó un quejido de exasperación.

— Tu departamento es un asco — soltó. Ella odiaba la decoración del departamento.

— Hola a ti también, hermana— dije, ya harto de su presencia en mi departamento. —. Solo porque no te guste la decoración, no significa que es un asco.

— Basta, chicos — dijo mi mamá.

Ella vestía como siempre: sus típicos pantalones anchos de color beige, una blusa blanca y un chándal verde limón.

De estrellas y otros eclipses Donde viven las historias. Descúbrelo ahora