Capitulo 17: Debía aprender clave Morse o a rellenar el silencio con chistes.

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Subí los últimos peldaños con el pulso acelerado después de haber corrido los primeros escalones: eso fue algo que no pensé bien.

El poco tiempo que tuve para analizar las cosas que pasaron minutos atrás lo aproveché al máximo: había llegado a dos conclusiones:

1) Lucca era el novio de Camila, y Marco y Kevin eran sus amigos que fueron a servirle de ayuda al momento de rogarle volver con él, pero eso no podía ser porque a) No parecían que iban de apoyo moral sino más bien con el mismo fin, y b) Marco había estado en casa de Camila anteriormente y le había dejado su camisa; cosa que, por cierto, no hacen los amigos de los novios. Lo que me llevó a mi segunda conclusión.

2) Camila estaba en una extraña relación de cuatro. Ella,  Marco, Lucca y Kevin. Pero eso me parecía improbable porque a) en el poco tiempo que la conocía y que me dejaba ver a través de ella me fijé que eso sería imposible, y b) porque la masculinidad de los tres chicos no se veía nada frágil pero c) ojo, que no juzgo a nadie por la portada, así que eso nos llevaría a d) esa conclusión no era en definitiva y también que, e) no quería pensar en esa opción como algo posible.

Faltándome solo seis escalones llegué a una tercera conclusión:

3) no tenía nada. Y eso era porque a) era un desastre en sacar conclusiones, lo que b) me hizo pensar en Vega porque ella sí que sabía, y hubiese formado unos diez teorías de esa situación, por lo que c) eso me hizo extrañarla y necesitarla y d) yo no quería necesitarla ni extrañarla, porque e) ella se había ido, y f) no era justo que pensara en ella justo cuando debería haber creado un plan para ayudar a  Camila porque g) ella era lo más importante en ese momento.

Ergo: No había sacado nada de lo que había pasado en el departamento de Melanie y Camila junto a los tres chicos que me sonaban de algún lugar porque estaba jodido en hipótesis, teorías y conclusiones.

Suspiré, con algo de nervios, cuando llegué al último peldaño.

La visualicé: estaba sentada en una silla de plástica, con las rodillas flexionadas y pegadas a su pecho mientras ella las rodeaba con ambos brazos en un intento de abrazarse a sí misma.

Su cabello iba en la misma dirección del viento, dando vueltas desordenadas en el aire cada vez que la corriente de aire cambiaba de dirección.

Su mirada estaba en un punto fijo más allá de los demás edificios que se visualizaban desde la terraza del nuestro.

El sol le regaló su último rayo de luz a Camila y la vi suspirar: sus hombros se movieron lentamente en un encogimiento de hombros y atisbé una sonrisa. Le sonreía al sol que se acaba de despedir para darle paso al cielo estrellado. Ese tono morado azulado dejó el camino libre para observar la aparición de las primeras estrellas iluminar el cielo.

Di un paso adelante y me detuve en seco al pensar ¿Y qué carajos voy a decirle?

Tú sabes que decir —dijo mi conciencia— Solamente que estás algo lento. Y estar cerca de ella te hipnotiza tus dos neuronas funcionales.

Eso debería incluirte. — le recriminé a mi conciencia.

A mí también me hipnotiza, pero alguien aquí debe ponerte en orden.

Sacudí mi cabeza y di otro paso.

Otro más.

Y otro.

Estaba a tres pasos de ella cuando, con la esperanza de no asustarla con mi repentina aparición, le dije:

— Esa estrella que está junto al extremo izquierdo de la Osa menor habla en clave Morse.

De estrellas y otros eclipses Donde viven las historias. Descúbrelo ahora