Capitulo 21: Nunca me cansaré de las salidas con el fan de Dumbledore.

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Max estaba dormido cuando entré al departamento, y agradecí eso, necesitaba unas cuantas horas de sueño para estar totalmente despierto en mi salida con Camila.

Al momento de despertar, no recordaba nada del sueño que había tenido, pero sé que tuve una sensación de deja vú. Mis recuerdos de la noche anterior eran borrosos, sin ninguna figura completa en particular, sin ningún lugar en concreto, solo eso, una sensación de deja vú al despertar.

Y hablando de despertar, Gema fue quien se encargó de hacerlo por mi alarma en el celular.

Sentí un peso a mi lado izquierdo en la cama, y luego dos dedos caminando por mi cuello, así como si estuvieran desfilando. Esa era su manera de despertarme, cuando ella estaba de buenas, claro.

Abrí un solo ojo, y observé su cabello azul y ojos oscuros por el maquillaje.

Me sonreía con sus treinta y dos dientes blancos.

Gemí con frustración.

— Mataré a Max por dejarte pasar.

— Es tu departamento, tengo todo el derecho de pasar como si fuera mío. — me dio un beso en la mejilla muy ruidoso.

— Departamento que, por cierto, odias.

— Debo admitir que tiene su encanto. Pero sería más acogedor si…

— …no colocaré ningún póster de The Beatles en ningún rincón de aquí. — la interrumpí, adivinando sus intenciones.

— Aburrido. — y me sacó la lengua, demostrándome que a ciertas mujeres les cuesta madurar.

Me levanté de la cama y dejé a Gem acolchando las almohadas mientras yo me dirigía al baño, donde en el pasillo me crucé con Max e hice un gesto muy maduro y racional viniendo de mi parte: le mostré el dedo corazón. Y para rematar mi humor hacia él, el muy imbécil rió.

De vuelta a mi cuarto, después unos cinco minutos de aseo personal, encontré a mi hermana mayor dormida y abrazada a mi almohada favorita. Lo que hizo que me preocupara porque a ella le costaba el mero acto de dormir.

La dejé tendida en mi cama, porque imaginé que el trabajo la tenía agotada, y salí a correr, y por supuesto, arrastré a Max conmigo.

— Venga, Ruthman…— dijo jadeando— Descansemos un… rato… por favor…

— Vamos, aún falta medio kilometro para llegar a una buena cafetería. — dije entusiasmado.

— Recuerda que tú estuviste en un equipo de beisbol casi toda tu vida, yo no.

— Vamos, Martin. Te gano en esta carrera. — le reté, acelerando el trote.

— Ya quisieras.

Llegamos sin aliento —Maximiliano con menos aliento que yo— y desayunamos tranquilos y sudados en una de las mejores cafeterías de la ciudad. Quedaba algo lejos del departamento, pero valía toda la pena del mundo.

Nos sentamos en una de las mesas junto al gran ventanal derecho del local, que tenía en grande unas letras cursivas en negritas con en el nombre del lugar:

El café de las estrellas”

La primera vez que lo vi, iba yo corriendo, conociendo la ciudad en mi primer año de universidad. El nombre me atrapó por completo. Había una larga fila que doblaba la esquina: lo estaban inaugurando. Duré una hora y media esperando para entrar, y en cuanto lo hice, hizo que valiera cada segundo que estuve en la fila. Era tal y como el titulo prometía.

Desde ese momento se convirtió en mi local favorito. Iba cada que podía o me apetecía. Pero siempre iba solo.

— El nombre te engancha. — reconoció Max.

De estrellas y otros eclipses Donde viven las historias. Descúbrelo ahora