Capitulo 11: Hay más problemas que solamente los míos.

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Cinco días.

Cinco malditos y eternos días.

Ciento veinte horas.

Siete mil doscientos minutos.
Cuatrocientos treinta y dos mil segundos.

Ese era el tiempo que tenía sin ver a Camila.

La tarde de la última vez que vi a Emilie, que fue cuando estaba en mi departamento, me dirigí al departamento de Camila, pero solo me crucé con Melanie, la cual me indicó que su amiga no estaba y que en cuanto regresara me lo diría.
Bueno, habían pasado cinco eternos días y Melanie no me había avisado nada.

Absolutamente nada.

Frustrado ¿eh?

Me agradó la idea de cambiar de conciencia, sobre todo cuando se ponía pesada.

La verdad siempre te molestará, que te lo digo yo que soy quien te lo recuerda diariamente.

Sacudí la cabeza y emprendí mi camino a la universidad: a primera hora tenía un examen de Leyes y debía de estar concentrado.

Suspiré y me encaminé a mi fin: no había estudiado nada.

•••

Tres horas después y el nerviosismo por el examen se había disipado, por lo tanto, me encontraba en la cafetería repasando un ensayo que debía de confrontarlo esa misma tarde a la última hora.

Los demás estudiantes pasaban a mi alrededor, cada uno preocupado en sus problemas, sin mirar a su alrededor.

Me concentré en escuchar lo más tangible entre tanto ruido.

— No, mamá, no puedo ir a visitar a mi tía Mary al hospital estoy atestada de tantos trabajos.

Decía una chica que hablaba por teléfono justo detrás de mí.

— Por favor, Daniel, deja de ser un maldito mentiroso por una vez. ¡Que te liaste con mi prima, joder!

Gritaba una chica a unas mesas de donde estaba.

Eso parece culebrón.

— ¡Maldita sea! Se supone que el trabajo de Zoología era  para dentro de dos días.

— Yo aquí tengo que es para hoy, dentro de media hora. Y ya sabes cómo es el señor Banner.

Dos estudiantes nerviosos justo en la mesa de al lado.

— ¡Jesús, María y José! Ayúdame a pasar este examen y prometo que me dejaran de gustar las chicas. Haré todo como el señor manda.

Rezaba una chica justo en la mesa de en frente.

Se veía agotada, y no era para menos: ¿tener que sacrificar tu manera de ser feliz solo por pasar un examen? Una estupidez, claro está. Imagino lo religiosos que deben ser en su hogar para que tenga que llegar a tal extremo.

La observé por un rato, intentado concentrarme en sus problemas y en no en los míos; eso era más fácil. Uno siempre suele compadecer más a los demás que a uno mismo y es porque tenemos esa pequeña tendencia de ahogarnos en un vaso de agua. Realmente frustrante, pero tan jodidamente cierto.

Pensé en Max: en lo mucho que quizás haya necesitado hablar conmigo sobre… bueno, sobre Mi Voldemort…

Gran estupidez: llámala por su nombre, idiota…

… sobre Vega y jamás lo hizo por darme comodidad a mí.

No era justo, pero no había logrado entender eso hasta que lo vi desde otra perspectiva: tenía que ver el sacrificio de otra persona para darme cuenta que el ser humano no puede dejar de ser egoísta. Lo intentamos, sí, pero sencillamente forma parte de nuestra naturaleza.

De estrellas y otros eclipses Donde viven las historias. Descúbrelo ahora