Capítulo 35

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–RIN–


Los cuatro días pasaron muy lentamente. Ella y su familia se alojaban en casa de Len, ya que el FBI estaría vigilando su verdadero hogar. Dan y Malcolm les hacían visitas regulares para asegurarse de que estaban bien y comunicarles los avances que habían hecho preparando los instrumentos para completar la creación. Kyra, Jay y Nelly se sustituían para acompañarles tanto en casa como en los caminos de ida y vuelta al instituto, a pesar de que Dan los seguía en silencio para protegerles en caso de que fuera necesario.

A medida que se acercaba el día en el que deberían llevar a cabo el plan, los chicos estaban más nerviosos. Kyra no paraba de probar maquillajes con cabezas de plástico y piel falsa. Jay y Nelly se pasaban una y otra vez por Cloud City, buscando las pelucas que más se pareciesen al pelo de Rin y Len en tiendas de disfraces; en Sky Town sólo había una.

Rin y Len aprovechaban todo el tiempo que tenían para estar juntos. Se besaban y se abrazaban con cariño, conscientes de que se avecinaba una oscura tormenta a sus vidas, y que aquello era solo el viento que la precedía.

Entonces llegó la víspera del día en el que serían humanos al cien por cien... si todo salía bien.



Se reunieron, como cada noche, en el salón de casa de Len. Kyra, Nelly, Jay, Malcolm, Dan, los padres de Rin y Len, sus hijos, y –por primera vez en esos cuatro días–, Mark, quien había estado preparándolo todo en la base del bosque.

–Mañana es el día –comenzó Dan–. Tengo la pistola de dardos preparada. Cuando reciban el pinchazo, tendrás veinte minutos para maquillarles –señaló a Kyra–, y colocarles las pelucas.

–Entendido. –Kyra asintió con gravedad.

–Nelly, Jay, deberéis estar preparados junto a la puerta trasera. ¿Recordáis las clases express que os he dado de disparo? Pues es hora de ponerlas en práctica. Os daré una pistola a cada uno, ¡pero usadla solo en caso de que sea necesario! –continuó Dan.

–Cuando salgamos por la puerta trasera, ustedes deberán quedarse para verificar que el FBI coge a los sustitutos –intervino Mark, señalando a los padres de Rin y Len. Los cuatro adultos asintieron.

–Nos montaremos en el Volvo s60 que estará esperando en el aparcamiento del instituto –dijo Malcolm–. En él irán Rin, Len, Dan y Mark. Luego, Kyra, Nelly, Jay y yo iremos en el Citroen Cactus. Llegaremos al camino del bosque, y desde allí continuaremos a pie. Entraremos en la base y conectaremos a Rin y Len a las máquinas. El proceso durará media hora.

–Y ya está todo listo –finalizó Dan.

Todos asintieron, de acuerdo con el plan.

Ahora solo quedaba cruzar los dedos.


–KYRA–


Después de la reunión, Pièrre la recogió en la puerta de casa de Len y la llevó a su casa en la urbanización Les Feuilles. Entraron en silencio; Kyra no quería cruzarse con su padre ni Meryl.

La chica subió sigilosamente a su cuarto y cerró la puerta. Observó su mesa, llena de cabezas de plástico cubiertas con maquillaje. Varios pares de pelucas estaban desperdigados por el suelo, y en el corcho de la pared había pegadas dos fotos: una de Rin y otra de Len.

Se sentó y cogió una cara femenina. No terminaba de parecer la piel pálida de Rin. Len no le había dado problemas, pero la chica... Era imposible. Debería haberlo dicho en la reunión, que no era capaz de hacerlo, pero ya era tarde. Si no conseguía maquillar a la sustituta a la perfección, el FBI se daría cuenta.

–¡Esto es imposible! –sollozó, después de haber cogido otra cara sin maquillar y haber empezado de cero.

Tiró los cientos de coloretes, rímeles, pintalabios y botes de pintura de ojos al suelo. Se tiró de los pelos, desesperada, y comenzó a llorar.

Todos confiaban en ella.

Dan, Malcolm y Mark confiaban en ella.

Nelly, Rin y Len confiaban en ella.

Jay confiaba en ella.

Necesitaba encontrar a alguien que pudiese ayudarle en el maquillaje. Pero, ¿quién era un maestro del maquillaje? Si decidía recibir ayuda de alguien, tendría que contarle todo.

Se le ocurrió una idea: Meryl.

Era perfecto. Era maquilladora profesional. Seguro que podría ayudarla. Pero la odiaba. Se llevaban fatal. Y nunca jamás confiaría en ella.

–Esto no puede estar pasando –sollozó Kyra.

–¿Kyra? –La puerta de su habitación se abrió lentamente y entró Meryl–. ¿Qué te pasa? ¿Y qué es todo este desorden?

–N-nada –mintió Kyra, limpiándose las lágrimas–. Vete.

–No –replicó Meryl–. Vamos a ser de la misma familia y tenemos que aprender a confiar la una en la otra. Cuéntame qué te pasa.

–¡No! –chilló Kyra–. ¿Para qué? Tú me odias, yo te odio. Jamás sustituirás a mi madre. Es...

–Kyra –la cortó Meryl–. Sé que nunca sustituiré a tu madre, pero lo intento. Si he sido mala, lo siento, de verdad. Solo quiero poder casarme con tu padre, el hombre al que amo, y, si es posible... aunque no sustituya a tu madre, ser al menos tu amiga. –Dejó escapar un sollozo.

Kyra no supo qué responder. Meryl le estaba pidiendo disculpas. Era su oportunidad. Verla así le decía que podía confiar en ella.

–No te vas a creer lo que te voy a contar, pero te pido que me creas. Y necesito tu ayuda.

Rin, Len y el Club de los FrikisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora