Layla Harper se ha casado con el amor de su vida.
O eso creía, hasta que conoció a su nuevo compañero de trabajo en la universidad.
Ben y Robert son amigos de la infancia.
O eso eran.
Layla está atrapada en una rueda giratoria y tiene miedo de n...
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Odio la nieve. Odio el frío y todo lo que haga que la nariz se me ponga roja al igual que las manos. Pero no tenía más remedio que estar ahí, cruzando el campus de la universidad hacia la sala de profesores. Casi podía imaginarme todo lo que iban a decir mis compañeros. Dante, Kelly y Oliver. Sin contar a la señora Marshal, con sus concejos de señora casada hace más de cuarenta años.
Suspiré antes de abrir la puerta a la universidad.
Había tenido unas hermosas y largas vacaciones de luna de miel, Robert no quería que entrara a trabajar. No quería que volviera al trabajo. El decía que podía encargarse de mi. Pero yo no era algo de lo que había que encargarse. Me había encargado de mí toda la vida. Y él lo sabía. Así que no iba a dejar mi trabajo soñado por un capricho suyo de tenerme en casa todo el maldito día.
—Buenos días Lay — Kelly apareció a mi lado, con un café para llevar en la mano
—Mierda, necesito café — dije y ella empujó la puerta. Me quité las gafas de sol y las puse sobre mi cabeza. Hacía frío pero había un sol intermitente.
—¿No pasaste por uno?
—No alcancé. Pero me haré uno en el salón de profesores — Kelly asintió y sobeteó su café mientras caminábamos hasta la sala.
—¿Y como estuvieron las vacaciones? ¿Es cool estar casada?
—Estuvieron bien — suspiré — y claramente es cool estar casada cuando lo haces con el amor de tu vida.
Kelly alzó las cejas.
—Por su puesto — ella estaba casada con Dante hace un par de años, eran un matrimonio joven en años, Kelly y Dante tenían mi edad, a punto de llegar a los treinta años — ¿No te sientes abrumada? — cuando la miré confundida ella puso una mano en mi brazo — no me mires así, los hombres pueden llegar a serlo cuando están casados. Son una cosa de novios y otra de casados.
—Si me lo has repetido a lo largo del año.
—Y aún así te casaste.
—Ay por favor Kelly — me reí — ¿Tan mal te cae Robert?
Ella sorbeteó su café de nuevo y llegamos al salón. Dejamos nuestras cosas sobre la mesa larga de profesores. Aún no llegaba nadie.
