Cuatro: Set Me Free

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—¡Nini! ¡Nini~!

La joven Diosa corrió por entre los árboles, buscando a la pequeña gatita, no pasaron muchos minutos hasta que sintió su llamado, esa pequeña voz aguda y algo suave que podía escuchar en su cabeza, Nini siempre le había hablado de esa forma.

—¡Jennie!

—¡Nini!

A lo lejos notó el cuerpecito de la gatita saltar entre los árboles y las plantas algo altas, su pelaje dorado parecía brillar mientras se acercaba a ella, con un último salto la gatita estaba entre sus brazos.

—Jennie, Jennie... —el pequeño ser frotó su cabeza contra su pecho, sus orejitas estaban bajas y soltaba pequeños maullidos— No debiste haberte ido, te dije que no te fueras, tenías que hacerme caso...

—Nini, ya —Jennie la acarició para que se tranquilizara, podía notar que su protectora estaba muy sensible, aquella pequeña vocecita sonaba como si fuera a romper en llanto, aunque no sabía si las gatitas mágicas hechas con su propia alma eran capaces de llorar— ¿Qué haces aquí? Creí que no querías venir.

—Vine a buscarte, hay que volver —dijo la gatita, sus ojitos cargados de estrellas, de un color azul claro como el cielo la miraron mientras apoyaba sus patas delanteras sobre su pecho.

—No regresaré allí —dijo la joven Diosa, totalmente seria y convencida— Podemos tener una nueva vida aquí, Nini, aquí soy libre, aquí soy Jennie... No ninguna Diosa, ninguna protegida, ninguna obra maestra de ningún superior... Apenas llegué aquí, no me iré.

—Tú deber como Diosa es cuidar de todo lo Bello desde el mundo de arriba, es tu lugar —Nini la golpeó con sus peludas patitas, como dando pequeños arañazos.

—No quiero ningún deber, quiero ser libre —finalizó la castaña, y bajo la gatita al ver que Nini seguiría insistiendo— Ahora, deja de molestar con eso. El Creador no tiene poder sobre estas Tierras, ya no estoy en sus dominios y de ninguna manera voy a obedecer.

Se dio media vuelta y estaba dispuesta a irse, Nini la siguió, corriendo de vez en cuando para alcanzarla y soltando pequeños maullidos para recibir atención.

—No entiendes... Él me envió por ti.

—Sí, lo imaginé —dijo Jennie— Es gracioso que sigas todo lo que él dice pero nunca sigas lo que yo digo... Más si en verdad estás hecha con mi propia alma, no sé si eres mi protectora o una soldadita del Creador.

—¡Basta!

Jennie alzó sus cejas con sorpresa al escuchar el grito de la gatita, se volteó para verla al notar que no iba caminando a su lado, la encontró dos pasos atrás de ella, mirando el suelo con unos lloriqueos tristes.

—¿Nini? ¿Estás bien? —se acercó a ella, agachándose un poco.

La gatita hizo una bolita con su cuerpo y escondió su rostro en sus patitas delanteras, sus orejas estaban bajas y tristes.

—Sé que soy una mala protectora... Te dejé sola, te dejé ir a un lugar peligroso... También dejé que te sintieras mal y quisieras irte, es mi culpa —murmuró la gatita dorada, en un tono sumamente triste y culposo que le dieron ganas de llorar de escucharlo.

—Nini, no... —Jennie tomó la gatita entre sus brazos y la acunó contra su pecho como si fuera una bebé, mientras dejaba caricias sobre su suave pelaje— No eres una mala protectora, siempre me dijiste lo que debía hacer, lo que era correcto, tampoco es tu culpa que me haya sentido mal en el Mundo de Arriba... Eso creo que era inevitable, al igual que mi huida...

Nini se frotó de nuevo contra su tacto.

—El Creador está muy enojado —dijo— Me dijo cosas horribles, pero ciertas... Me golpeó pero lo merecía...

—No, no, Nini, no... —Jennie se sintió triste porque la pequeña se había metido en eso, comenzó a buscar en su cuerpo alguna herida, pero, al igual que ella, la protectora era un ser celestial, en sí, también era un Dios, porque era parte de su alma, y no podían herirse, podían sentir dolor pero nunca habría ninguna marca.

—Me envió a buscarte, debes volver —insistió la gatita una vez más.

—No lo haré.

—No entiendes... Si no vuelves los humanos van a sufrir, el Creador dijo que comenzaría las catástrofes y destruiría todo si no vuelves —Nini volvió a mirarla a los ojos— Muchos humanos van a morir, y seguirá hasta que no quede ni uno... O que vuelvas al Mundo de Arriba.

—No podría hacer eso, ningún Dios podría matar a todos los humanos —Jennie no quería pensar en sus lindos humanos, destruidos por el egoísmo y el poder del Creador— N-no podría hacer eso...

—Él tiene el poder, Jennie —le recordó Nini, y sabía que era cierto, era el Dios más poderoso, y el único.

—No volveré allí —la castaña negó, sabía que si regresaba sólo sería peor que antes, posiblemente la encerraría por la eternidad, o quizás algo peor, no se le ocurría qué pero el Creador siempre había sido muy amenazante para ella, como si fuera capaz de hacer cualquier maldad, pero solo fingía ser bueno— Debe haber otra forma para salvar a los humanos... —se detuvo a pensar, y no tardó muchos segundos en recordar a aquella otra Diosa— Roseanne... Ella es la Diosa de los Humanos, ella está aquí, ella puede ayudarlos.

—¿En serio? —Nini levantó sus orejitas hacia ella.

—Sí, ella me recibió cuando llegué —miró a su alrededor, buscando algún punto de referencia hacia dónde ir— Creo que era por aquí —murmuró para sí misma, no estaba del todo convencida pero comenzó a caminar, llevando a la gatita en sus brazos.

𝑳𝒂 𝑻𝒊𝒆𝒓𝒓𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒐𝒔 𝑫𝒊𝒐𝒔𝒆𝒔 𝑴𝒖𝒆𝒓𝒕𝒐𝒔 - 𝑪𝒉𝒂𝒆𝒏𝒏𝒊𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora