Seis: Stay

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Ante aquel grito, el Dios mayor no dudó en correr hacia el interior de la casa y Jennie lo siguió con algo de miedo, fue recibida por una pequeña sala con una modesta cocina, pero el sonido de llanto y las palabras suaves de Jimin venían de una habitación, se asomó por el umbral, con Nini abrazada a su pecho.

Pudo ver a aquella Diosa que la había recibido, aquella que en un momento le dio tanta seguridad, y confianza, y ese extraño sentimiento de familiaridad, aquella Diosa que su corazón había seguido hasta aquel lugar... Ahora se abrazaba a sí misma, entre lágrimas, y llanto ahogado, temblaba completamente, y Jimin le hablaba en un inútil intento de calmarla.

—Roseanne... —Jennie murmuró su nombre con dolor, sintió las lágrimas subir a sus ojos rápidamente, le dolía tanto verla así, y unas súbitas ganas de protegerla florecieron en su corazón.

—Jennie, vete, por favor —pidió Jimin, quien encontraba indebido que alguien viera a Roseanne en ese estado, quería tener privacidad para que ella pudiera sentirse mal en paz.

—P-pero... —murmuró en un puchero, ¿Cómo le podía explicar a aquel Dios que no podía irse, que su corazón no la dejaba abandonarla así?— ¿Qué le pasa?

—Son los humanos, están sufriendo, y ella sufre con ellos —dijo Jimin, con muy pocas ganas de explicar el dolor de la joven Diosa— Roseanne... ¿Qué está pasando?

—N-no respiro —murmuró con dolor, escondiendo el rostro en sus rodillas, estaba hecha una bolita y el Dios mayor la acunaba contra su pecho— Ellos... Se están ahogando, y y-yo también me a-ahogo.

—Respira, Roseanne, pasará —Jimin frotaba su espalda, mientras la Diosa de los Humanos intentaba respirar profundamente.

—Sus almas... Son muchas, vienen hacia aquí.

—No puedes ir a recibirlas, Roseanne, no estás en condiciones —Jimin negó.

—¿P-puedes ir tú? Necesitan... Necesitan a alguien, p-por favor —pidió.

Jimin dudó, no quería dejarla así, porque sabía que Roseanne estaba teniendo un ataque de pánico de tantas emociones humanas, y no tenía corazón para dejarla en medio de su sufrimiento.

—Yo puedo quedarme con ella —ofreció Jennie, captando la vista del Dios mayor, Roseanne asintió levemente en aprobación, en realidad no le importaba quién se quedará con ella, solo quería que alguien fuera a calmar a las dolidas almas de los humanos cuando llegaran a aquel mundo.

—Bien, iré —dijo Jimin, iría solo por la pequeña Diosa, solo porque nunca podía negarle nada a Roseanne, porque era una joven muy querida para él.

Se apartó y le hizo señas a Jennie para que se acercara, la castaña fue hasta el borde de la cama, Nini saltó de sus brazos hacia esta, y fue a oler a Roseanne, moviendo sus bigotes.

—No la dejes sola —pidió Jimin, y fueron las últimas palabras que dijo antes de retirarse de la casa, dejando a ambas solas, con aquella gatita dorada que se frotaba contra los pies de Roseanne.

—R-Rosie... —murmuró Jennie con duda.

—Mhm... —la rubia murmuró una leve respuesta, estaba intentando controlar su respiración para no ahogarse en aquel dolor que la llenaba por completo.

Sentía sus pulmones pesados, su pecho comprimido, y la sensación de querer gritar en el fondo de su garganta, su corazón latía agitado por el miedo, y las lágrimas no dejaban de caer.

𝑳𝒂 𝑻𝒊𝒆𝒓𝒓𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒐𝒔 𝑫𝒊𝒐𝒔𝒆𝒔 𝑴𝒖𝒆𝒓𝒕𝒐𝒔 - 𝑪𝒉𝒂𝒆𝒏𝒏𝒊𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora