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Los meses habían pasado rápido. El mes de junio abría sus puertas y con él los últimos exámenes.

La vida del exceso había cesado y únicamente ocurría los fines de semana. Entre diario, Roger invadía la casa de Brian, quien se había ocupado de que el menor no se sintiese solo y además, de ayudarlo a estudiar.

Las notas de Roger habían mejorado considerablemente gracias a la ayuda del rizado. La soledad cada vez aparecía con menos frecuencia y cuando lo hacía, Brian estaba allí.

Freddie y John tenían un rollo raro. No querían etiquetarse pero prácticamente John había invadido la casa de Freddie.

- ¿El examen es mañana? - cuestionó el de rizos sentándose en el sofá junto a Roger.

- El lunes. - Contestó Roger.

- Tenemos todo el fin de semana, entonces. Freddie y John también querían estudiar.

- O follar. - Río el rubio.

Habían pasado dos meses desde la escena del baño. Desde entonces no hubo un roce sexual entre ellos.

– No puedo más. – suspiró con pesadez el más pequeño. – Voy a parar ya.

– ¿Irás mañana a clase? – cuestionó el mayor.

El rubio se encogió de hombros.

Dos horas más tarde los jóvenes se encontraban en la terraza. Se había convertido en su rutina. Cenar en ese maravilloso lugar donde tan bonita vista tenían de las estrellas.

Ya comenzaba a hacer calor y el menor lo notaba. Se había recogido el pelo en un moño y la única tela que tapaba su piel era la de sus boxers.

Brian observaba como su amigo miraba el cielo. Se alegraba por la notable mejoría del de ojos claros. Había podido conocer a otro Roger, había conocido rincones de su alma que no esperaba conocer.

– La belleza no se pega.

– ¿Qué?

Roger río. – Que no me mires tanto, que mi belleza es única y no te la puedo contagiar. Aunque... tú no te quedas atrás.

Brian emitió una carcajada. – Bonita forma de llamarme guapo.

El menor se encogió de hombros. – Es verdad. – Río. Giró la cabeza quedando justo en frente de él, conectando sus ojos por primera vez en la noche.

Querían besarse. Pero no era la misma tensión sexual que hace meses, era distinto.

– ¿Puedo besarte? – cuestionó Roger en voz baja.

Brian sonrió y sin contestar unió sus labios en un beso. La mano del rizado acarició la mejilla del contrario, intentando unir más sus labios.

Roger se sentó sobre el rizado, pasando sus manos por su cuello y enredando los dedos en los rizos de su nuca.

El poco espacio que había entre Roger y los barrotes les obligaba a estar más pegados, pero vamos, no tenían ninguna pega en eso.

Con cuidado, el de ojos avellana fue reptando hasta entrar al salón. Forzó al de pelo rubio a levantarse y corrieron a la habitación.

No todo fue tan erótico, pues al llegar Brian se golpeó con la puerta, haciendo que el menor estallara en risas. Segundos después, sus labios volvieron a unirse, dejándose caer en la cama, quedando de nuevo Roger sobre el mayor.

Las erecciones de ambos comenzaban a hacerse cada vez más presentes gracias a los perfectos circulos que el menor estaba haciendo con su cadera. Con la ayuda del pequeño, Brian se sacó la camiseta, quedando ambos únicamente con los boxers.

El rizado había comenzado a besar el cuello ajeno, mientras el otro continuaba con el movimiento de caderas. Las manos del más alto fueron a parar en la cintura de Roger y poco a poco fueron bajando hasta quedar justo sobre sus calzoncillos.

– Quítamelos ya. – exijió entre suspiros.

Rápidamente obedeció, aprovechando que el menor había levantado sus caderas para quitar también los suyos, quedando así completamente desnudos.

Roger bajó directamente al miembro del mayor, apoyando encima su mano derecha y comenzando con movimientos circulares, haciendo suspirar al rizado pidiendo más.

Sus labios volvieron a encontrarse una vez más, haciendo que sus lenguas comenzasen una guerra, consiguiendo la victoria quien más terreno descubriese.

– Necesito sentirte ya, Brian. De verdad lo necesito.

Y sin tiempo que perder, el mayor tumbó al más joven en la cama, bocabajo. Lamió dos de sus dedos y los introdujo despacio en él.

– Déjate de preliminares y métemela ya. – ordenó Roger, haciendo que el alto soltase una risilla.

Escupió sobre su mano y la pasó sobre su miembro, segundos después lo introdujo, por fin, en el cuerpo del menor, haciendo que este se agarrase a la cama.

Brian comenzó con lentos movimientos, esperando a que el contrario se acostumbrase a tenerlo dentro. Pronto Roger no fue capaz de distinguir entre dolor y placer, y con desesperación comenzó a mover sus caderas en busca de más.

Las manos del rizado estaban situadas en las caderas del menor, ayudándose a profundizar sus movimientos.

Los gemidos que Roger emitían calentaban más a Brian, quien metía y sacaba todo su miembro.

El rubio lo obligó a girar, haciendo que se sentase. Se subió encima y mirándolo a los ojos, se dejó caer sobre su erección, haciendo que ambos soltasen un gemido al instante.

Con la mano derecha, Brian comenzó a masturbar al contrario, sinceonizando sus movimientos con el ritmo que ahora era marcado por Roger, quien tenía las manos apoyadas en los muslos del rizado para ayudarse a subir y bajar.

– Me voy a correr. – soltó el rubio entre suspiros.

Brian unió sus labios, reprimiendo así los suspiros. Notó el temblor en sus piernas y el cotilleo en su abdomen.

Entre besos se corrieron. Brian dentro de Roger, pero este lo hizo sobre el torso del rizado, por lo que, tras incorporarse, paso su lengua por el abdomen del contrario, recogiendo el líquido blanco para después besar de nuevo al rizado, introduciendo su lengua para que el otro pudiese saborear el líquido también.

Se dejaron caer en la cama, completamente derrotados. Pero valió la pena.

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Holi.
vaya pero vaya capítulo. Me da muchísima inseguridad escribir este tipo de capítulos pero bueno, espero haya quedado bien y otra haya gustado. Cómo siempre podéis decirme qué os ha parecido.

Crónicas del exceso {maylor}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora