XVII

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– Voy a vender la furgo. – habló Roger con seriedad.

– ¿Qué vas a hacer qué? – preguntó su novio extrañado.

– Que la voy a vender. Pero antes quiero hacer una cosa. – hizo una breve pausa. – Vámonos, este fin de semana tú y yo, a la costa. No tardaremos apenas.

– Este finde... tenemos ensayos. ¿Has escuchado lo que ha dicho Fred? No nos permitirá faltar.

– Déjame a mi...

(...)

– ¿Llevas todo? – preguntó Roger cerrando con fuerza la puerta del vehículo.

– Sí... – suspiró con pesadez Brian. – Sigo sin saber cómo convenciste a Freddie.

El rubio se encogió de hombros. –Un mago nunca revela sus secretos.

Los dos jóvenes se montaron en la furgoneta y emprendieron camino a la costa.

El mar era algo que a Roger siempre le había dado miedo. El simple hecho de pensar que hay muchas criaturas que no conocemos le ponía los pelos de punta. Pero, hacer un viaje, de despedida para la furgo, acompañado de la persona con la que llevaba dos años saliendo, porque... se decía pronto... pero habían pasado dos años. Dos años en los que el ojiazul no volvió a sentirse solo. Ni un solo pensamiento negativo pasó por su mente. Brian Harold May tenía una habilidad para hacer desaparecer cualquier malestar que el más pequeño pudiera tener.

– Roger.

– Mm. – lo miró de reojo.

– Te ves increíblemente sexy mientras conduces. – habló Brian poniendo su mano izquierda en la entrepierna del contrario, quien emitió una carcajada y movió sutilmente las caderas para delante, intentando hacer presión contra la mano ajena, mas este no se lo permitió, pues después de dejar un leve apreton en la zona, la retiró.

– Odio que hagas eso. – bufó el de ojos claros.

– ¿El qué exactamente? – vaciló el rizado.

Roger lo miró con pocas ganas. – Lo sabes perfectamente.

Las siguientes dos horas de viaje pasaron muy rápidas y antes de que se dieran cuenta, el mar ya podía verse.

– Vamos a ser los únicos tontos que vienen a la playa a finales de septiembre. – habló Brian una vez su novio paró el vehículo.

– Pues entonces tendremos la playa para nosotros solo. – Guiñó un ojo y sonrió de lado.

No se molestaron ni en sacar las cosas de la furgoneta, nada más bajar corrieron hacia la arena y una vez allí, Roger se quitó la chaqueta, dejándola en el suelo y sentándose sobre ella, dejando hueco para que su novio pudiese hacer lo mismo.

El clima era más cálido de lo que esperaban, se habían abrigado demasiado y comenzaron a tener calor.

– Vamos a bañarnos. – sugirió Brian.

– Sabes que me da algo de miedo el mar, Bri...

El mayor se levantó y le tendió la mano. – Conmigo no te pasará nada. Yo siempre cuidaré de ti.

El menor, con un ápice de pánico en el pecho, se levantó y quedando únicamente en  calzoncillos caminó hasta el agua.

El rizado prácticamente se había tirado al agua, haciendo señales a su pareja para que entrase. – Venga Rog... confía en mí.

Dos horas después los dos jóvenes permanecían sentados en la orilla. Roger entre las piernas de Brian y con la cabeza apoyada en su pecho. Con sus manos cogió un poco de arena y las pringó en las piernas del contrario.

– Para. – exigió el rizado. Mas el más joven no obedeció, sino que siguió poniendo arena en su cuerpo. – Roger, en serio.

No hizo caso. Se levantó de golpe y comenzó a tirarle arena, empezando así una guerra de barro.

Al principio era Brian quien mas acertaba con sus lanzamientos, por lo que el rubio quedó lleno de barro, pero, en un despiste del más alto, el de ojos azules se abalanzó sobre él, tumbándolo y llenándolo de arena.

– Gané. – dijo victorioso.

(...)

Si algo caracterizaba a Roger era organizar planes sin organizarlo, es decir: tener claro dónde ir y qué hacer pero no tener en cuenta dónde pasarían la noche, por lo que, fue Brian quien tuvo que organizarlo todo.

Finalmente consiguieron habitación en un hotel un pelín alejado de la playa y después de cenar, subieron a esta.

– Estoy reventado. – dijo el menor dejándose caer en la cama.

El más alto sonrió con picardía. – Tengo algo que enseñarte.

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Holi. Capítulo un poco mierda pero lo compenso con el siguiente jeje.

Crónicas del exceso {maylor}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora