Capítulo 03

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La fémina caminó hacia el balcón para admirar las estrellas. Cuando de pronto algo iba directamente hacia ella.

— ¡Ah! – esta se agachó pero se escuchó un ruido. Al abrir los ojos vio como algo se movía bajo las sábanas, la fémina se acercó dudosa y al destapar vio a una ave dorada – ¡Oh Dios! ¿Estás bien, pequeño? – corrió auxiliar al ave que estaba en el suelo.

El ave miró con desconcierto a la pelinegra, ella no era su reina. Pero su rostro le era familiar.

— ¿Te duele en alguna parte? – preguntó la fémina mirando con detenimiento al ave para verificar que no esté lastimada.

Pero al ave se le hacía raro que una persona hablase con una ave como si fuera un humano.

— Parece que no estás herido.

Soltó un suspiro aliviado.

— Me causaste un gran susto, ¿sabes? Es una alivio que no estés herido – acarició la cabeza del ave – Pareces el ave de un noble. Lo digo por lo majestuoso que eres. ¿Pero que haces a estas horas afuera? ¿Tu dueño te mandó a estas horas hacer un pedido? Eso es cruel. Tu dueño es una persona frívola.

El animal soltó un chillido y negó. Esta acción causó risa en la pelinegra.

— ¿Te molesta que hablen mal de tu dueño? – el ave asintió – Eres muy inteligente. Contestas como si fueras una persona – este comentario asustó al ave – Será mejor que regreses con tu dueño. Debe estar preocupado – tomó al ave en sus manos y lo puso en el barandal – Bien, amigo, fue un gusto conocerte pero ya es hora de despedirnos.

El ave inclinó su cabeza como si examinara a la fémina, acción que le extrañó a la mujer.

El animal estaba en un debate mental, esos ojos los había visto en alguna parte pero no sabía en dónde.

— Vete – dijo la fémina intentando que el ave volara – Shu. Fuera. Adiós. Vete ya – le dio aire con sus manos pero el ave aún no se iba.

Después de unos segundos el animal se reincorporó y se fue volando.

— Qué ave más rara – dijo para volver adentro.





[...]





Levántate.

"Mhm... ¿Quién...?"

Veía borroso a la persona que me estaba levantando, hasta que siento un balde de agua fría.

— ¡Agh! Pero que.... – me exalté y tomé asiento en mi cama para limpiarme mi rostro.

— Hasta que despiertas – Sylvia estaba cruzada de brazos con una sonrisa en los labios – ¿Qué miras?

No desvié mi mirada de sus ojos. Estaba molesta. Claro que lo estaba. Pero no podía hacer nada.

— No me mires así. ¡Te dije que no me miraras! – alzó su brazo lista para darme una cachetada. A los segundos sentí mi mejilla arder – Te dije que no me miraras. Levántate y alistate. El Emperador quiere comer contigo – se fue con el balde vacío.

Me quedé sentada en la cama por unos minutos que parecieron horas y después me levanté y fui directamente a darme una ducha.

— ¡Qué frío! – un escalofrío corrió por mi columna dorsal al meter mi pie a la tina – Vamos, Bi- No, vamos, Keila – me armé de valor y entré a la tina de una vez – Uff.... Está helada – temblé al sentir el agua.

El Alfil de la Reina [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora