Capítulo 21

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Keila entró a su alcoba exhausta.

Había pasado casi la mayoría del día junto a Ergi.

"No sabía que Ergi podría llegar a ser alguien demasiado agradable."

Siempre escuchaba rumores sobre el Duque Ergi, amigo cercano al Príncipe Heinrey. Donde ambos eran dos hombres apuestos y mujeriegos.

"Pero es extraño... Desde que llegó al palacio no lo vi acercarse al Príncipe Heinrey..."

Keila recordó que el Príncipe Heinrey jamás le habló del Duque.

"Escuché que el Duque Ergi fue primero ayudar a Lady Rashta."

Keila sintió un mal presentimiento.

"No debería preocuparme por eso."

Keila tenía razón. Ahora debía preocuparse más por el banquete de mañana.

"Me pregunto que estará haciendo la Condesa..."

Extrañaba a la Condesa Wilmert, fue una de las primeras mujeres en acercarse a ella con buenas intenciones.

Keila no entendía el porqué. Si no tenía estatus, poder ni apellido. ¿Por qué una mujer prestigiosa se fijó en alguien como ella?

En ese momento de autodesprecio, las palabras de la Condesa llegaron como balde de agua.

"— No debería despreciarte, si tú misma te desprecias serás devorada por los arrogantes nobles. Tu valor es más grande que cualquiera en este Imperio."

"La Condesa es una mujer sabia, debo tener algo especial para que ella aceptara tomarme bajo su tutela."

Keila había mejorado sobre su autoestima, ya no se menospreciaba tanto como antes.

Ahora sabía que debía valorarse más como la valoraban sus personas preciosas que la rodeaban.

"Si... Debo apreciarme más."

El sonido de la puerta interrumpió sus pensamientos.

Con pasos lentos, Keila se acercó a la puerta para abrirla.

— Su majestad.

Parado delante de ella, estaba el mismo Emperador.

"¿Qué hace el Emperador aquí?"

¿No estaba ocupado con sus propias preparaciones para el banquete de mañana? ¿O no debería estar acompañando a su concubina?

Keila jaló hacia adentro de la habitación al Emperador y se aseguró que nadie los haya visto.

Cuando estuvo segura que nadie los vio, cerró la puerta detrás de ella y se dió la vuelta.

— Su majestad-

Cuando estuvo a punto de decir algo, el Emperador tomó sus mejillas, tomándola por sorpresa.

— Keila...

Su voz salió como una suplica de alguien como si pidiera consuelo, no se oía al borde de un llanto ni su aliento olía a alcohol.

— ¿Su majestad?

Keila desconcertada tomó las manos de Sovieshu e intentó buscar su mirada.

Cuando sus miradas se conectaron, algo se sintió extraño en el interior de Keila.

La habitación quedó en silencio. No uno incómodo, sino uno donde ambos necesitaban para poder apreciarse.

— ¿Por qué...?

El Alfil de la Reina [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora