Capítulo 14

977 117 4
                                    




— ¿Sentido de decoro?

La Condesa quedó atónita al escuchar el pedido de Keila.

Esa mañana había recibido una carta de parte de la pelinegra, pidiéndole una reunión, y aceptó de inmediato, recibiendo a la joven en su hogar esa misma tarde.

— Bueno... Lo estuve pensando por mucho tiempo – mentira. Lo pensó desde ayer – Y pensé que aprender sobre etiqueta sería muy útil para el futuro.

— Entiendo... – miró desconfiada a la azabache – De casualidad, ¿quieres comprometerte con alguien? – preguntó sin delicadeza. Pero cuando vio un sonrojo en las mejillas de la pelinegra lo supo – Parece que alguien llamó tu atención – dijo degustando de su té.

— N-no es por eso... – jugó con sus dedos – Y-yo... – inhaló intentando disipar sus nervios – ¡Quiero serle útil a la Emperatriz! – apretó sus puños y cerró sus ojos cuando exclamó.

— Ya veo... – dejó su taza en la mesa para mirar a la joven delante suyo – Entonces, ¿quieres ser la dama de compañía de la Emperatriz?

— A-algo así... No creo ser apta para ser la dama de compañía de su majestad, pero al menos quisiera poder serle de utilidad.

— Entiendo... – meditó por unos cuantos segundos.

En sí, cuando le dijo a la pelinegra que la buscara por si necesitaba algo, no pensó que la iba a buscar de inmediato.

— Escuché que usted es muy famosa por patrocinar a damas talentosas. Y aunque yo no tenga ningún talento. ¡Prometo que daré lo mejor de mí!

La mujer miró con seriedad a la pelinegra, examinándola.

— Entonces quieres que te patrocine, ¿no es así?

— ¡Sé que lo que pido es muy descarado de mi parte, pero...!

— Está bien – interrumpió, la menor alzó su vista emocionada.

— ¡Se lo agradezco mucho, Condesa! ¡No se arrepentirá! ¡Daré lo mejor de mí aunque no sea merecedora de su ayuda...! – se quedó callada cuando vio a la mujer delante suyo alzar su dedo índice.

— Primera lección, jamás digas que no eres digna. Una señorita distinguida sabe su valor. Y si ella misma se desacredita, será presa fácil. Así que no vuelvas a menospreciarte. Ahora eres mi alumna, y yo no pierdo mi tiempo en personas que no valen la pena  – advirtió de manera seria, la pelinegra tragó grueso ante la mirada severa de la Condesa.

— Entiendo – asintió.

— Primera lección aprendida – sonrió orgullosa.

Esa tarde la pelinegra la pasó al lado de la Condesa, aprendiendo y tomando clases que cualquier dama de la alta sociedad aprendía desde pequeñas.




[***]



— ¿Encontró a su hermana?

Heinrey se sorprendió al escuchar la noticia que le dió su primo.

— Eso dijo. Me contó que encontró a uno de los criminales que estuvo involucrado en el secuestro de su hermana y que lo interrogó hasta que este le dijo que habían dejado a su hermana a manos de una familia de Oriente como esclava.

— Si la vendieron como esclava, quiere decir que tienen los papeles de venta. Pero ¿cómo supo qué era su hermana?

— Ergi dijo que había seguido el rastro de su hermana hasta la casa de un Barón. Y secuestró al mayordomo principal de la familia y lo interrogó hasta que soltara la información de su hermana.

El Alfil de la Reina [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora