Capítulo 04

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— ¡Su majestad! – una voz chillona se escuchó en todo el jardín.

— ¿Rashta? ¿Qué haces aquí?

— Rashta estuvo buscando a su majestad por todo el palacio para pasar tiempo con usted. Y escuché que estaba en el jardín, así que Rashta vino a verlo enseguida.

La presencia de la concubina incomodaba a la pelinegra, quien estaba temblando. Esto por supuesto, fue notado por el regente.

— ¿Keila, te encuentras bien? – preguntó parándose para ir hacia la pelinegra.

— ¡N-no! – alzó la voz, asustando al Emperador quien se detuvo en su lugar, la pelinegra al gritar se paró de inmediato – Y-yo... Estoy bien. Solo recordé que tenía algo que hacer – y sin decir más salió corriendo del lugar.

— ¡Keila! – el Emperador intentó seguir a la pelinegra pero al albina se colgó de su brazo impidiéndolo.

— Rashta quisiera comer estos postres con su majestad – dijo haciendo un puchero.

— ¿Qué? Ah, sí – respondió nervioso sentándose junto a su amante.

Por los pasillos iba corriendo la pelinegra, sus manos sudorosas y su corazón latiendo a mil por hora dirían que está huyendo. Sin fijarse por donde corría no tardó en chocar con algo y por ende cayó al suelo del impacto.

— ¡Ay! – se quejó del dolor en su trasero mientras se sentaba adolorida.

— ¿Se encuentra bien? – preguntó la persona con quien chocó mientras le ofrecía su mano.

— Sí. Lo siento – sin fijarse de quien le ofrecía la mano la tomó para levantarse, pero al levantar la vista vio a la regente frente a ella, haciendo que por la sorpresa soltara la mano, volviendo al suelo.

— ¿Está bien? – la regente miró desconcertada a la pelinegra por su actuar.

— ¡Lo siento! ¡Me disculpo con su majestad la Emperatriz! ¡Debí fijarme por donde iba! ¡Por favor, perdóneme! – rápidamente se puso de rodillas suplicando clemencia.

— Lady Keila, levántese – la voz de la Emperatriz no se escuchaba como lo esperaba Keila, en vez de una molesta, sonaba más gentil.

La pelinegra levantaba su cabeza lentamente mientras su cuerpo temblaba.

— Su majestad, yo... Lo siento tanto – se reincorporó agachando la cabeza.

— No te disculpes, fue un accidente. No debes preocuparte tanto.

— Pero por mi negligencia arruiné su vestido – dijo señalado el vestido arrugado de la regente.

— No te preocupes por eso. Tengo más vestidos además de este. Pero ¿estás bien? Te caíste muy fuerte.

— A-ah, sí. Estoy bien, su majestad. Y ¿usted se encuentra bien? No la lastimé o ¿si?

— Yo estoy bien, gracias por su preocupación.

— ¡Su majestad! – la pelirroja corrió hacía la regente – ¿Se encuentra bien? ¡Ah! ¡Su vestido! ¿Pero cómo...? – volteó a ver a la pelinegra acusatoriamente.

— Laura, no es nada. Volvamos a mis aposentos, me duelen los pies – la regente empezó a caminar junto a su dama de compañía, quien seguía mirando desaprobatoriamente a la pelinegra – Ah, Lady Keila – se detuvo para voltear a ver a la pelinegra.

— ¡Sí! – respondió rápidamente alzando la cabeza, causando un poco de gracia en la regente.

— Organizaré una fiesta de té esta semana, tu presencia sería de mi agrado –.dijo con una leve sonrisa.

El Alfil de la Reina [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora