Capítulo 10

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— ¿Entonces qué debo hacer?

El duque salió de su trance al escuchar a la albina.

— Discúlpeme, Lady Rashta. Estuve un poco perdido, ¿me podría decir sobre qué hablaba?

— Hoy está muy distraído, duque – hizo un puchero adorable – Se suponía que debió haber venido ayer, pero no vino después de todo – se cruzó de brazos, haciendo un pequeño berrinche como niña.

— Lo siento, tuve un pequeño percance ayer y eso me tiene un poco distraído.

— ¿Algo lo tiene preocupado? Si algo lo tiene angustiado puede confiar en mí.

— No es nada – le restó importancia – Mejor dígame que la tiene tan angustiada estos días.

— Es la mujer que trajo el Emperador hace tiempo – suspiró.

— ¿La que trajo herida cuando volvió de su viaje?

— Sí.

— Entonces... ¿Qué quiere que haga? ¿La desaparezco? – ofreció con una sonrisa frívola.

— ¡N-no! – negó nerviosa – ¡No quiero cargar con cuerpos!

— Ja, ja, sólo bromeaba – soltó una risa, aligerando el ambiente – Entonces ¿qué es lo que quiere que le pase a esa mujer? – preguntó sin tomarle mucha importancia al asunto, sirviéndose un té.

— Haga que se comprometa con el Príncipe Heinrey.

El castaño se sorprendió por el repentino pedido de la albina.

Él estaba enterado que su amigo estaba enamorado de la Emperatriz.

— Ya que usted es amigo del príncipe, puede convencerlo que se case con esa mujer.

La albina hablaba confiada, aunque tenía un mal sabor de boca por lo que le estaba pidiendo al Duque. Porque ella realmente creía que el Duque y el príncipe tenían un amorío secreto.

Y pedirle a su amigo que haga que su amante se case con otra mujer se le hacía difícil. Pero ella debía preocuparse por si misma.

— Me temo que no podré cumplir con lo que me pide – respondió sereno, mientras degustaba de su té.

— ¡S-sé que lo que le pido es demasiado, pero...! – se mordió la lengua – ¿No podría... Soportarlo...? – agachó su cabeza avergonzada y apretando su vestido.

— ¿Soportarlo...?

— No quería decirlo, pero... – suspiró rendida – Ya sé sobre su amorío con el Príncipe Heinrey...

El lugar había quedado en completo silencio después de lo dicho por la albina.

— ¿Duque...? – alzó su cabeza preocupada.

— ¡Pff...! – el castaño soltó una fuerte carcajada.

— ¿O-ocurre algo? – se confundió por la reacción del castaño.

Esperaba otro de tipo de reacción, menos esa.

— ¡Ay, dios! – después de unos minutos riendo, por fin paró, limpiando una pequeña lágrima que había salido por la reciente risa - ¿De verdad creyó algo así?

— ¿E-eh? Entonces... ¿No es cierto?

— No – suspiró intentando no volver a reír – No sé como es que se llevó a cabo este malentendido. Pero le digo que Heinrey y yo no tenemos ese tipo de relación.

El Alfil de la Reina [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora