CAPÍTULO VI

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La nuca de Jimin ardía de dolor al igual que sus piernas, su mano se dirigió con angustia a su cabeza en un intento de parar del insufrible dolor pero eso de poco servía. Entrar sin supervisión a la ducha no había sido buena idea ya que tan pronto como dio un paso cuando el agua comenzaba a caer resbaló y cayó estrepitosamente, recibiendo un cruel golpe en la nuca. Definitivamente, ducharse sin la supervisión de Min había sido una mala idea.

Salió de la ducha algo aturdido, cubrió su cuerpo con un ligero pijama gris que encontró preparado para él junto a su ropa interior al entrar al baño. Llevaba horas sin rastro de Min y eso lo hacía sumamente feliz, amaba estos momentos en los que dejaba de sentirse observado, hostigado o maltratado. Salió en camino a la cocina, hacía unos pocos minutos que descubrió dónde es que Min escondía los dulces que, de vez en cuando, le dejaba probar, decidió prepararse primero antes de comenzar a comer dulces, ese sería su ritual cada vez que Min desapareciera de la casa.

Su semblante se endulzó cuando el flash de la desconocida cara de hace un tiempo llegó a su mente, recordó la cara del hombre que vino a cuidarlo cuando intentó suicidar, no quería admitirlo porque eso senteciaría su muerte, pero quería que ese señor lo cuidara y lo alejara de Yoongi, así como prometió justo antes de irse, le parecía algo raro que no hubiera vuelto puesto que ya casi pasaron las dos semanas que prometió de plazo para sacarlo de allí, pero poco le preocupó eso y pronto sustituyó ese pensamiento por los dulces que esperaban por él en la cocina.

A paso alegre se acercó a la nevera y, de detrás de esta, sacó una amplia bolsa llena coloridos de dulces, corrió al salón donde abrió la bolsa deleitándose al ver el contenido. Primero, agarró un bolsa de plástico repleta de golosinas con azúcar, comió atropelladamente cada una hasta no dejar nada, quedándose todo en sus mejillas intentando ser masticado. Le siguió una segunda y tercera bolsa que comió casi sin espacio entre ellas, devorando todo su contenido en apenas minutos. Cuando la cuarta bolsa fue abierta la puerta de la entrada fue azotada violentamente y cerrada con la misma fuerza. Min le daba la espalda pero, a pesar de eso, pudo intuir, por el humo que salía detrás de su espalda que llevaba un cigarrillo encendido que en poco tiempo fue tirado y aplastado contra el suelo. Tiró la mochila que portaba al suelo y se giró para darle la cara, Jimin quedó congelado al ver como de su barbilla chorreaba un fino hilo de sangre que caía de su cara empapada de la misma, su mente quería correr y huir lejos de él pero su cuerpo solo pudo congelarse en seco.

— Eres una jodida zorra, ¿sabías, mi amor?, una jodida zorra que va regalando su culo por ahí cuando me pertenece a mi.

—¿Q-qu...?

— ¿Le querías dar tu culo al jodido Seokjin para que te sacara de aquí?, que patetico, dejame decir que estás muy equivocado si crees que vas a salir de aquí por el idiota de Seokjin.

— Eso no es verdad, yo no quiero salir de aquí, no le hagas nada al señor, yo quiero quedarme aquí — dijo, en un pobre intento por mantener cuerdo a Min, la sombría risa de Yoongi no tardó en escucharse por toda la sala.

— ¿Crees que soy idiota, mi amor?, dime, ¡¿crees que soy idiota, jodida perra de mierda?! — tomó al chico de su suave cabello y lo tiró al suelo con una fuerza que jamás le había poseído — ¡eres una perra sucia a la que le gusta regalarse cuando ya tiene un dueño!, ¡eres mio!, ¿escuchaste?, ¡mio! ¡dime, ¿qué tengo que hacer para que lo entiendas, Park?! — Min alzó la cabeza del niño, que lloraba violentamente ante el duro trato que estaba recibiendo.

Estaba claro que ya no podría escapar de allí, así que se resignó y simplemente dejó que el hombre hiciera y deshiciera con su cuerpo, hoy no quería quejarse. Yoongi tomó con violencia el cuerpo del niño y lo puso de rodillas frente a él . Las lágrimas de Min caían silenciosamente mientras azotaba la cara del niño una y otra vez sin obtener una respuesta por parte del niño más que sus mejillas rojas y la violenta cascada que fluía por sus regordetas mejillas. A la décima cachetada abrazó al niño tan fuerte como pudo contra sí.

PAYASO 《YOONMIN》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora