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— Levi.

— Céline — se sentó en la colchoneta, dejando al aire libre su torso desnudo.

— No, vuelve a acostarte.

El relincho animado de un caballo provocó que la pareja le mandara la mirada. Era el caballo de Céline, estaba contento por ver de nuevo a Levi.

— Sí, aquí está papá — dijo ella sonriendo — ¿Viste? Sí pude sanar sus heridas... Sólo le falta reposo — volteó a ver su novio, este levantó su mano sana para acariciar la mejilla de la platinada.

— Cometí una idiotez.

— Sólo yo las cometo — cerró sus ojos sintiendo mejor el tacto de Levi.

— No tienes idea de cuántas ganas tengo de besarte.

— Sanarás — sonrió —. Sanarás y me besarás todo lo que quieras. Ahora, debes descansar.

— ¿Qué ha pasado? — preguntó. Con ayuda de Céline, nuevamente se recostó.

— Al parecer, Eren y Zeke tuvieron éxito — se rascó la nuca —. Lograron activar el retumbar — suspiró —. Estaba pensando en ir hasta el distrito de nuevo para idear un plan y terminar esto.

— ¿Qué sucedió con los demás?

— La facción Jaegerista los encarceló. Quiero suponer que lograron escapar pero, aún así, no pudieron evitar dicho acontecimiento.

— Yo voy contigo.

— ¿Eh?

— Que voy contigo.

Tomó una bocanada de aire. Era obstinado a más no poder y eso lo sabía ella mejor que nadie.

— Bien. Descansa unos minutos más en lo que acomodo todo para partir.

— Entendido... Capitán Everdeen — sonrió —. Céline.

— Dime.

— En mi ropa, tengo algo que es para ti. ¿Podrías traerla?

— Ah... C-Claro.

Llevó hasta él las prendas salvadas. Nuevamente se sentó para buscar aquello que decía que era para ella. Mientras tanto, ella estaba preparando la carreta para llevarlo a Shiganshina.

— Lo encontré.

— Muy bien — dijo con una pequeña sonrisa.

— Ven, por favor.

Fue en dirección de él evitando hacer caso a su opresión en el pecho. El verlo en esa condición sólo la hizo quebrar de nuevo. Se puso de rodillas a su lado para ser refugiada en los brazos de Ackerman.

— Tú no tienes la culpa de esto — comenzó Levi —. No pensaba claramente. Sólo quería matarlo y... Esto pasó. Tú no tienes la culpa.

— Así que me oíste — susurró débil.

— Sí. Y no sabes lo impotente que me siento.

Rompió el abrazo lentamente. No quería hacerlo, pero tenía que.
Le mostró una pequeña pañoleta blanca. La que él solía usar.

— Esto es de mi madre — dijo —. De su prenda. Yo la tomé e hice un pañuelo para recordarla — tomó la mano de Céline para dejarlo sobre la palma —. Te lo doy porque eres lo más importante que he tenido en toda la vida.

— Pero... Levi, es de tu mamá...

— Ella me dio la vida. Tú me la salvaste. Ambas han estado conmigo pase lo que pase. Quedate con él.

El Aroma del Té; Levi Ackerman.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora