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Tendré que hacer lo que es y no debido, tendré que hacer el bien y hacer el daño

- Al lado del camino - Fito Páez - 


4 meses antes.

Tiene los ojos del color del chocolate fundido, y me ha mirado de muchas formas.

Todas ellas solían encantarme, porque adoro sus ojos, con esas cejas expresivas y esa dulzura infantil, que esconde una inteligencia salvaje.

Pero en este momento, esos ojos que amo me están mirando de una manera que, por primera vez en años, no me gustan.

Está enojado, y se nota.

No es bueno ocultando lo que siente, y ni siquiera lo intenta.

Tengo la prueba de embarazo casera que acabo de hacerme aún en la mano, y las dos líneas indican que es positiva.

Las lágrimas me surcan la cara, pero él no se ha acercado para consolarme desde que las palabras dejaron mi boca.

Sigue de pie al otro lado de la habitación, con los brazos cruzados y sus ojos en mí.

Me está mirando como si fuera el enemigo.

- Repite eso – Me reta

Pero no quiero repetirlo, porque sé que lo que acabo de decirle movida por la desesperación y los estragos del horror de salir de la casa de su madre sin explicarle nada a nadie ha sido una canallada.

Es algo horrible para decirle a la persona con la que has decidido compartir tu vida.

Pero lo más horrible es que sigue siendo verdad a pesar de eso.

- Es mi cuerpo – Susurro en voz baja, repitiendo esas palabras horribles

- Mi hijo vive en tu cuerpo, Nathalia

Me estremezco por el impacto de escucharlo decir "mi hijo".

- No quiero ser madre, Simón – Le digo con toda la claridad que puedo

- ¿Y no pensaste en decírmelo mientras te ponía un anillo en el dedo?

- Si te lo dije – Me defiendo, aunque incluso ahora me doy cuenta de que no sé si alguna vez se lo dije con todas sus letras.

Creo que solo dijimos que tocaríamos el tema "cuando estuviéramos listos".

Pero la cuestión es que esto no tiene que ver con si estoy lista o no.

Es que no quiero traer un ser humano a este mundo. Punto. 

- No levantes la voz – Me detiene él, con esa calma gélida que anuncia que se avecina una tormenta. 

Me llevo las manos al vientre, porque la idea de que un ser vivo, que es una mezcla de los dos vive ahí, tiene algo de romántico.

Es dulce.

Sé objetivamente que sería una buena madre.

Él sería un padre increíble.

Pero la cuestión es que no quiero serlo.

Y retenerlo a mi lado no es una razón lo suficientemente buena para elegir la maternidad.

No debería haber otra razón para ser madre además de la absoluta convicción y el deseo de serlo.

Ser el 1% de margen de error en las píldoras no debería ser lo que traiga un niño a la existencia.

Le devuelvo una mirada retadora.

En ese instante, me doy cuenta de que nadie va a ceder.

¿Cómo se sigue después de esto? 

La mudanza » NathmonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora