23. Canela

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Te miro, me miras, y el mundo no gira....

- Cuando nadie ve - Morat - 

Lo encuentro sentado en el sofá de la sala.

La chimenea está encendida y chisporrotea suavemente.

El atardecer bogotano es visible a sus espaldas y baña la estancia de una luz rosada mágica.

Está fracasando miserablemente en su tarea de hacer dormir a su sobrina, porque Luna está rotundamente despierta, pero a ninguno de los dos parece importarle.

Simón la tiene cargada contra su pecho mientras Luna levanta las manitos e intenta alcanzar sus lentes.

Simón se ríe.

- Tu mamá dice que te tienes que dormir – Le dice a la niña. No le habla con esa voz melosa que los adultos usan con los bebés, sino con una voz normal – Pero eres hija de tu padre, ¿verdad? No vas a ser de dormir mucho

Luna hace un ruidito, como el borboteo de una carcajada, y Simón se ríe.

- Está bien, nos quedaremos acá y haremos creer a los demás que estamos dormidos. No les diré si tú no lo haces

Luna sigue sacudiendo sus manos y él le sonríe.

Malta entra trotando a la casa y me pasa por el lado. Sus pisadas hacen que Simón levante la mirada y me vea ahí parada.

- Hola – Me dice con esa sonrisa amplia y bonita que sacude ese rinconcito de mi corazón que él siempre va a habitar

- Lo siento, te estaba mirando como una acosadora – Me disculpo – Te sienta bien – Observo, y abarco a Luna entre sus brazos con un gesto

Me atrevo a avanzar hasta donde está y me siento a su lado.

Él me sigue con la mirada con atención, y sus ojos parecen tan profundos que me vuelvo consciente de mis movimientos. De todo lo que tengo puesto. De mi pelo que ha vuelto a crecer.

Del dedo corazón desnudo en mi mano izquierda, en donde una vez estuvo su anillo.

Baja la mirada de nuevo hacia Luna, y ese extraño hechizo se rompe, pero la sensación residual sigue ahí. Él también es el estándar más alto posible, y tengo la sensación de que nadie va a lograr llenarlo.

- Ella es increíble – Me dice en cambio – Pero a la vez me doy cuenta de que vivimos en un mundo terrible, y hay tantas cosas que podrían lastimarla que quiero que se quede así, y podamos cuidarla

Malta se sube al sofá a mi lado, y se monta por encima de mí para olisquear a Luna.

La niña le agarra una oreja y tira de ella, encantada, pero a Malta no parece molestarle

Se inclina y le lame la cara. Luna se ríe.

- Mmmm – Murmuro - ¿Los padres aprueban eso?

- Ni idea. Pero quiero que le gusten los animales, y Malta es hipoalergénica

Me río.

Nos quedamos en silencio viendo la interacción más dulce del mundo entre Luna y Malta, porque a esa edad los bebés y los perros son básicamente la misma cosa, y parecen relacionarse como iguales de una manera adorable.

- Oye, Nathalia – Me llama él

El sonido de mi nombre completo hace que me estremezca, no solo porque nadie lo dice, sino porque no suena así más que en su voz.

Mi nombre solo parece mi nombre en sus labios.

- ¿Qué pasa?

- No sé si alguna vez te pedí perdón

- ¿Qué?

- Por esa última noche – Me dice sin mirarme – Cuando pintamos el mural y eso. Estaba lleno de dolor, y a veces tu propio pesar te hace egoísta. Los dos lo perdimos. Y nos perdimos casi justo después, pero tú no te desmoronaste y yo sí, y tuviste que consolarme a pesar de tu propio dolor. Lamento mucho que fuera de esa manera

Guardo silencio un momento, porque nunca lo vi así, y me hace doler el corazón que todo este tiempo él haya cargado con esa culpa.

Extiendo una mano para acariciar el pelito de Luna. Ella hace un ruidito, y busca mi mano con sus dedos.

- No tengo nada que perdonarte. Tenías derecho a desmoronarte para poder sanar, y tu dolor siempre va a ser mío también. Lo era en ese entonces, y lo es todavía

Me da esa mirada intensa que no entiendo.

Esa mirada profunda y llena de cosas por decir.

Malta apoya su cabeza sobre el vientre de Luna, y la niña se ríe.

Simón baja la mirada hacia ellas y suspira.

- Siempre vas a ser la canela – Me dice con una sonrisa, aunque no está mirándome a mí

- Para toda la vida – Asiento, con las mismas palabras que él me dijo una de las últimas veces que hablamos, porque él también va a ser la canela de este capuchino llamado vida, aún si pasa el tiempo y los daños, y es bueno saber que uno fue tan amado, y que mi marca en él es tan bonita y profunda como la suya en mí. 

Nos quedamos en silencio de nuevo, porque no parece haber mucho más que decir.

Me aclaro la garganta luego de unos minutos, solo por un pendiente que me sigue pinchando el corazón.

- No nos tomamos ese café cada 6 meses

- No – Admite - ¿Quieres hacerlo?

- Tal vez no cada 6 meses. Solo...cuando queramos

- Quieres decir...¿Cómo amigos? – Pregunta, y parece tan incómodo con la palabra como yo me siento

- Como Nath y Simón tomando un café

- Vale – Me dice. Me mira de reojo, y esa sonrisa sigue en sus labios.

Sus ojos lucen risueños y felices.

Parece juguetón.

A lo mejor un poco coqueto.

- Vale

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.

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.

Se acerca el final de esta historia.

Hagan sus apuestas, las escucho.

Gracias por estar <3 

La mudanza » NathmonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora