5. Ya no somos dos

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"Yo sé que el tiempo cura las heridas. Es una más, no es una despedida. Hoy necesito que lo puedas ver"

- Volverá - Susana Cala - 

4 meses antes.

Sé mejor que cualquiera que el futuro es incierto.

Sé que los planes cambian.

Se qué, si hace 10 años me hubieran dicho que terminaría compartiendo una casa en Bogotá con el amor de mi vida, habría girado los ojos con desdén y me habría reído.

La vida cambia.

La gente y sus ideas cambian.

O eso me dice Simón mientras las lágrimas le caen por la cara, cuando la verdad horrible se cierne sobre los dos.

- Podemos ser una familia, mi niña hermosa – Me dice mientras toma mis manos con fuerza, como si quisiera probar que estoy ahí, y soy real – Estamos hablando de un bebé que es fruto de nuestro amor. Y sé que es un cambio de planes pero, ¿qué no lo es? Hace unos años dejé un cepillo de dientes en tu casa luego de nuestra primera cita, y nunca me fui. Somos un cambio de planes, y somos el mejor

Estamos sentados en el suelo de nuestra sala.

Nos rodea la biblioteca que armamos juntos, a la que le faltan piezas que nunca encajaron, y está más alta de un lado que del otro, pero es nuestra.

Nos rodean las obras de arte que él ha traído de sus viajes, que él ha dibujado o nos ha pintado su hermanita.

Nos rodean las pruebas de nuestra historia mientras por primera vez nos damos cuenta de que hay algo que puede vencer al amor.

Algo que puede rompernos.

Algo tan simple como la vida.

Porque la cuestión es que su razonamiento tiene toda la lógica del mundo. Los planes cambian. La gente cambia.

Pero no quiero cambiar.

- Lo sé – Susurro, mientras aprieto sus manos de vuelta - ¿Por qué de repente no te basta con los dos?

- Porque ya no somos dos – Responde con la practicidad que lo caracteriza

Bajo la mirada a nuestras manos, tercamente entrelazadas entre sí, como si pudiéramos obligarnos a sostenernos uno al otro a pesar de esto.

A pesar de todo.

- No quiero ser madre – Le digo con simpleza, por lo que siento que es la millonésima vez

- ¿Por qué?

- Porque no quiero – Le respondo, con esa misma simpleza.

Y no hay otra razón.

No debería tener que haberla.

Pero el tiene razón en que esta es su familia tanto como la mía, y el hecho de que sea "mi cuerpo" no debería ser lo que carga con todo el peso, porque cada partecita de mí le pertenece un poco.

Él tampoco debería tener que ceder.

¿Cómo se soluciona algo en lo que todo el mundo tiene razón, y ninguno debería estar obligado a renunciar?

La mudanza » NathmonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora