24. El mural

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Y volverás a sentir mariposas, a que un mensaje te ponga nerviosa....

- Segundos platos - Morat - 

4 meses después.

La vida obra de maneras muy extrañas a veces.

Luego de años de trabajar para la misma marca de jabones cosméticos, por algún motivo cambian su dirección estratégica y deciden que la próxima sesión de fotos debe hacerse en Bogotá.

¿No hay estudios de fotografía en CDMX?, me pregunta mi hermano con expresión divertida.

Me encojo de hombros, porque no me meto en el camino del destino.

Lo que si hago es llamar a Simón.

- Nathalia – Me contesta con deleite

Sonrío, porque todavía tiene mi número guardado.

Sonrío porque suena muy feliz de recibir mi llamada.

Sonrío porque mi nombre solo suena como mi nombre cuando lo dice su voz. Porque, a pesar de que hablo con su hermano y mucha gente de su círculo, su acento solo suena así de bonito en él.

Sonrío, poque él siempre me va a hacer sonreír.

- ¿Cómo estás?

- Estoy bien. Contento de oírte – Me dice sinceramente

Me muerdo el labio inferior, un poco feliz de que no vea lo tímida y nerviosa que me ponen sus palabras.

- Oye, voy a estar por Bogotá unos días. Estaba pensando en que por fin podríamos pagarnos ese café

- Solo si no te importa que no sea un café. Estoy siendo niñera de Luna un par de días mientras Marto y Laura están en un viaje de parejas

- Está bien. Me encanta ver a Luna

- Puedes venir a mi casa, si eso está bien

- Seguro, pásame la dirección

Suelta una risita rara, como si estuviera nervioso.

- Te la paso. Igual no te va a costar mucho llegar

Frunzo el ceño.

Un mensaje hace vibrar mi teléfono y me lo aparto del oído.

Me ha enviado la dirección vía texto. Es raro volver a abrir nuestro chat, que ha estado inactivo por cerca de dos años.

Es más raro ver que la dirección que me ha enviado es la de nuestro castillo.

- ¿Qué...? – Empiezo a preguntar

- Ven cuando quieras. Estaré aquí todo el día – Me interrumpe.

Y cuelga.

No puede ser.

------------O----------

Dos horas más tardes, me abre la puerta con una sonrisa, como si nada.

- No puede ser – Es lo primero que le digo

Su sonrisa se hace algo más grande, y no puedo evitar reírme porque parece un loco.

- Sorpresa – Dice, moviendo sus manos alegremente

- ¿Por qué no me dijiste?

- ¿Cómo demonios te lo iba a decir sin que sonara raro?

Ni idea.

Es muy raro, y a la vez no. Esta es nuestra casa. No debería ser de otra persona.

- Ven, quiero mostrarte algo

Me agarra de la mano y me jala al interior. No he soltado mi bolso ni mi chaqueta, pero dejo que me lleve.

Me jala por el pasillo y los recuerdos me bombardean.

La primera vez que nos abrazamos en esta sala cuando conocí la casa.

La última vez que hicimos el amor en el piso en ese mismo sitio.

La última noche que pasamos juntos.

Mi corazón se arruga cuando me arrastra hacia la habitación de nuestro bebé.

Un ruidito que no se si es un jadeo, un sollozo o una risa sale de mi garganta cuando veo a Luna dormida en una cunita sencilla de madera.

Hay un nuevo mural en la pared, de una luna enorme con un gorro de dormir, que parece estarle leyendo un cuento a las estrellas.

Que esté ahí es tan simbólico que entiendo porque estaba tan contento por mostrármelo. La pintura nueva encima del mural tachado de nuestro bebé es la esperanza triunfando sobre el dolor, y eso me hace muy feliz por él.

- Es hermoso – Le digo sinceramente

- Si, lo es – Asiente

No está mirando la pared.

Me está mirando a mí.

Me sonrojo.

¿Qué estamos haciendo?  

La mudanza » NathmonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora