14. Libre

260 31 14
                                    

"Nos despedimos por tu bien y el mío. Y si te digo adiós no es porque quiera...Te dejo ser feliz aunque muera de pena..."

- Vuela muy alto - Jerry Rivera - 

En la actualidad.

Me quedo dormida en una nube de su olor entre el refugio de sus brazos, que se han sentido como el hogar en cualquier lugar del mundo.

Incluso ahora, mientras nos quedamos dormidos sobre dos esteras de yoga cubiertas por una colcha rota, su abrazo es mi casa.

Por eso, me siento fría y desnuda cuando me despierto en medio de la madrugada y estoy sola.

Mi cadera duele por estar dormida de lado sobre el suelo duro cuando me pongo de pie.

Salgo al pasillo de nuestra casa ahora desnuda, con nada más que un laberinto de cajas con lo que quedaba de mis cosas esparcido por las habitaciones.

Todo está a oscuras (especialmente porque la mayor parte de los bombillos ya se ha ido), excepto por una habitación.

Mis pasos se sienten pesados mientras avanzo, porque sé lo que me voy a encontrar.

Porque recuerdo esa última tarde antes de la tormenta, mientras pensaba que podríamos ser felices justo aquí.

Me abrazo a mí misma mientras entro a la habitación del bebé.

Simón está sentado frente al mural que pintaron para nuestro pequeño Tres.

Las lágrimas le caen por la cara aunque ni siquiera solloza, como si no se hubiera dado cuenta de que está llorando.

Ese llanto silencioso me rompe el corazón, porque siento que va a estar llorando en silencio lo que le queda de vida si lo obligo a conformarse con menos de lo que quiere.

...A conformarse conmigo, y lo que yo espero de nuestro futuro.

Me mira por encima de su hombro y luego hace una seña hacia la pared.

- Deberíamos pintarlo antes de entregar la casa. No quiero que nadie más lo vea – Me dice sin más

- Vale

Voy por los botes de pintura que siguen abandonados en el cobertizo de cuando pintamos este mismo mural.

Ya me da igual cuidar que el piso no se manche, así que solo destapo el que está más pesado y le ofrezco un rodillo.

Yo tomo una brocha.

Cubrimos el mural que nuestro bebé habría visto antes de irse a dormir todas las noches, y frente al cuál lo habríamos arrullado.

Es la primera vez que lo veo enfrentar su duelo, y llora todo el tiempo mientras lo hace.

No pintamos la pared para que quede bonita, y seguramente tendremos que pagar por una mano de pintura correcta cuando entreguemos la casa, pero eso no es lo que importa ahora.

Él está dando un paso para afrontar su pérdida, pero todavía le faltan muchos.

Y creo que no podrá darlos si me quedo aquí.

- Te amo – Le digo mientras pinto la última esquinita del mural – Te amo con todo lo que soy – Enfatizo – Y creo que por eso te tengo que liberar, porque los dos tenemos que sanar. Y a lo mejor cuando sanes, conoces a una mujer con mucha suerte que te amará con tanta calidad como tú sabes amar, y tal vez ella querrá tener tus hijos. Te mereces ser padre, si es lo que deseas con tu corazón. Y lo haces, ¿verdad?

- Si, pero te amo más a ti

- No lo sabes – Le digo con un encogimiento de hombros – Me pediste esta noche, y te la daré. Pero mañana recogeré mis cosas y me iré. Y no voy a volver a menos que la vida nos encuentre otra vez, aunque eso me rompa el corazón

- ¿Vas a dejar nuestro amor en manos del destino? – Me recrimina

No.

Porque la razón por la que me estoy yendo es precisamente porque lo amo, y quiero que tenga todo lo que no puedo darle.

Así que dejo caer la brocha y me acerco para abrazarlo.

Lo sostengo mientras llora durante lo que parecen horas.

Y me despido de él. 

La mudanza » NathmonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora