Escuela secundaria Teiko.
Para el segundo año escolar en la secundaria Teiko, muchas cosas habían cambiado y otras empezaban a cambiar.
Akashi Seijuurou sentía el cambio en el ritmo de su vida a un nivel físico y mental. Hacía ya un tiempo que se había hecho con el puesto de capitán del equipo de basketball tras la partida de Shuzo Nijimura, y aquello combinado con su ya agitada rutina de estudio en torno a ser el mejor, resultaba, pese a lo que el resto pudiese o no percibir, bastante extenuante para él.
Debía ser el mejor en todo.
Todo.
Aunque todos confiaban en que él pudiese lograrlo (a un punto que lo hacía sentir una presión intensa en sus hombros) y él también confiaba en que pudiese hacerlo, era inevitable que la tarea resultase extenuante y que de a poco le estuviese consumiendo. Odiaba que fuese así y no quería reconocérselo a sí mismo, pero en el fondo lo sabía.
Se hundía en sus expectativas y en lo que necesitaba hacer para conseguirlas.
Pese a esto, tenía que, debía seguir adelante.
Su camino recién iniciaba. Y Él era Akashi Seijuurou al fin y al cabo, venga ya.
Aparte...
Entre todo aquello que lo iba consumiendo, entre todo lo oscuro que se iba volviendo su mundo, entre toda aquella presión, había algo que lo iluminaba de forma muy particular. No, no exactamente eso. No exactamente "algo"... si no más bien, alguien.
Y lo que ese alguien le provocaba.
Fujiwara Yomi no era una persona que Seijuurou hubiera pensado, permitiría entrar en su vida.
Ni por un segundo.
No era elegante, no era siempre correcta, no era ordenada. No era muchas cosas que a él le agradaban en otro ser humano. Pero sí era habladora, ruidosa, graciosa, desafiante... y alegre, y bonita.
Y de pronto, Seijuurou se hallaba prendado de la totalidad de esas características de Yomi que creía que odiaba. De pronto le estaban gustando cada vez más, y de pronto se atrapaba constantemente desanimándose cuando no podía experimentarlas de cerca. Cuando no la veía en la escuela y no podía hablar con ella.
Su relación había cambiado un montón y era innegable, aunque Akashi quisiera renegar de ello. Habían continuado sentándose juntos en la clase electiva que volvían a compartir por aquel año, la de historia nivel dos, y trabajando en su extraña dinámica de equipo que habían iniciado en el primer curso. Esto desencadenó en que fuesen acercándose, poco a poco... hasta que de pronto, habia veces en que no paraban de hablar el uno con el otro durante la hora pedagógica y el profesor requiriese de regañarlos. En medio de sus jugueteos, sus bromas, sus correcciones mutuas, se perdían.
Se iban perdiendo el uno en el otro en ese sentimiento todavía inocente, infantil, que se desarrollaba en sus interiores.
Tenían una especie rara de amistad, pese a que ninguno de los dos lo llamara abiertamente de tal manera. Y pese a que lo que ambos sentían en esa relación, no era precisamente amistad.
Yomi ya lo sabía. No podía seguir mintiéndose, sabía que le gustaba Akashi Seijuurou, pese a que él no fuese su tipo, o eso pensaba. Sabía que esa sonrisa que estaba consiguiendo sacar cada vez más de él la tenía en las nubes gran parte del día, que adoraba poder hablar con él de casi cualquier cosa, que le encantaba meterse con él y hacer que su faceta tan seria desapareciese por momentos, que se soltara con ella.
