Voces de la noche

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Constantemente, oigo voces que lloran, sollozan a lo lejos. Llantos desesperados, lamentos inconsolables, pero sobre todo silenciosos. Silenciosas como la noche, pero fuertes como el viento. Pero por mucho que intenten no hacer ruido, siempre terminan llorando.

Lloran porque su mundo se cae, y lo único que pueden hacer al respecto es esperar a que el tiempo cure sus heridas antes de morir desangradas y desear que no sucedan más cosas malas. Lloran porque se sienten inútiles, tontas. Lloran porque no entienden lo que pasa. Lloran porque no saben expresarse de otra manera, o porque nadie desea escucharlas.

No logro encontrarlas nunca, sin importar dónde busque, porque no quieren ser encontradas. Se esconden entre sonrisas y lo hacen tan bien que la diferencia se nota muy poco a la luz del día. Sólo en la oscuridad y a hurtadillas salen, y se sienten libres, pero al encontrarlas se vuelven a esconder. Las busco incansablemente, para decirles que todo va a estar bien. Pero ellas sabrían que miento.

Oigo voces que lloran, imploran ayuda. Nunca las he visto, pero puedo sentirlas. Sé que están ahí y quieren consuelo, pero saben que nadie puede dárselo. Se escurren, no quieren que nadie sepa de su existencia, pero yo puedo oírlas. Y cual valiente doncella voy en su búsqueda, pero siempre fracaso.

Quizás busco en el lugar equivocado, quizás mis oídos están dañados, o quizás es mi voz la que llora como un niño abandonado.

Mi mente, mi desordenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora