Pequeños vicios viejos

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Cualquiera con una noción mínima de lo que son las emociones y los sentimientos, leyendo todo lo que he escrito, se habrá dado cuenta de que soy una persona muy inestable emocionalmente.

Hoy me siento horriblemente mal. ¿Por qué? Porque estoy harta de mentir, porque mi autoestima sólo baja, porque siento que arruino todo, y porque quiero que todos a mi alrededor entiendan que no sé exactamente cuál es mi orientación sexual y no quiero ser juzgada por ello.

Miento, miento tanto que hasta yo misma me lo creo, que si me gusta fulano, que fulanito es bello, que tal tipo me encanta. Todo es mentira, ningún hombre me ha gustado y ninguno me gusta (excepto Adam Levine). Ninguno despierta ningún interés sexual ni emocional en mí. Pero las mentiras son como campos minados. A veces las bombas explotan al mínimo roce y otras veces no explotan sino hasta después de muchos años, inesperadamente y dejando consecuencias que pudieron ser evitadas.

Mi autoestima baja, porque cada día me recuerda lo estúpida e inútil que soy. Lo mucho que arruino las cosas, lo poco que sé manejar relaciones (de amistad). Porque siento que no soy normal, que lo que siento no es natural. Y por mucho que lo intento simplemente no puedo cambiar, y me perturba pensar que todo sería mejor si yo no fuera como soy.

Me siento sola. Pero no es que no me sienta apoyada, sino que siento que soy la única persona, el único ser que se siente así, que libra una guerra en su interior que no termina de entender, que siente que no debe contarle a nadie por miedo al futuro. Y mientras la contienda se lleva a cabo, tengo que seguir la vida, esconder todo lo que pasa en mi mente, mis pensamientos desordenados y sonreír. Una bomba explota, un francotirador mata a miles, y no sé qué esperar. Y aunque después de cada batalla el campo quede destruido, tengo que seguir viviendo mecánicamente mientras pueda.

Cuando era más pequeña -no sé si ya he mencionado esto- alguien que en ese entonces fue muy importante para mí me dio a entender que le fastidiaba que hablara mucho, y que decía muchas imprudencias, lo que se tradujo en lo que soy ahora: una adolescente dramática que no quiere decir lo que piensa ni opina a nadie por miedo a molestar, equivocarse o ser humillada. Y que probablemente tenga un inicio de ansiedad social. Desde ese momento intenté hablar lo mínimo, no expresar a nadie lo que sentía, lo que hacía o lo que me gustaba.

Y sobre mi orientación sexual, pues es incierta. Acabo de descubrir que soy mujer y todo lo que eso conlleva: pantaletas manchadas cada mes, bultos pesados en el pecho y la necesidad de cubrirlos, pelos, pelos y más pelos, porno, estrías, pastillas, príncipes, cera, vestidos, tacones, condones, dolores...

La expectativa de vida perfecta, creada por mi entorno, que incluye a un prototipo surrealista de hombre y yo siendo ama de casa. Si no estudias tal o cual carrera universitaria no vas a llegar a nada. Si no eres madre no cumples tu objetivo de vida. Tienes que ser flaca, ir al gimnasios y hacerte las tetas...

Estas son cosas que estoy descubriendo ahora mismo, todo de golpe, así que vamos por partes. Por ahora sé que soy mujer, cuando termine de asimilar todo esto, seré capaz de decirte si de verdad me gustan las mujeres o los hombres, o los gender queer. Por ahora, simplemente no te alarmes si te digo que me atrae tal mujer, o equis persona.

Hace algún tiempo, recurrí a los vidrios rotos, para que rasgaran mi piel y así poder liberar todo lo que sentía, para tener en mi cuerpo algo que doliera más que todos mis sentimientos, para poder dejar de pensar en lo que me perturbaba la mente y poder centrarme en esconder la sangre que emanaba. Hoy en día, utilizo métodos un poco menos peligrosos, pero no tan eficaces. Por eso, a veces vuelvo a caer. Soy un poco adicta a eso, pero creo que por el momento, me controlo bastante bien.

Y tengo días como hoy, en los que quiero que alguien me abrace, o me haga cariño. Podría hablar de todo esto, pero la verdad es que lo que más necesito es alguien que me abrace.

Aunque por el momento, con alcohol isopropílico, uno o dos pedazos de vidrio rotos, algodón y sertralina puedo seguir andando.

Mi mente, mi desordenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora