Hasta que la muerte nos separe

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-Quiero que tengamos una casa chiquita, en el campo- dice la joven Tatiana.

-Y tres hijos preciosos correteando por ahí- le responde Ricardo con aire soñador.

-José, Carlitos y Camila- agrega ella sonriente.

-Vamos a tener una granja...

-Y un caballo blanco.

Y con un beso, los dos enamorados cierran su trato.

La ceremonia en sí estuvo, aunque humilde, muy bien decorada, en la mansión de la familia Codazzi Martínez. Los novios estaban felices pero la tristeza ahogada de sus invitados, que además eran sólo los familiares, hacían del acto un sueño gris. La niña Tatiana, hija del respetado Codazzi justo hoy une su vida con el hijo del viejo Rodríguez; todos hubieran preferido que ella se estuviera casando con su pretendiente de toda la vida, el pretendiente que toda mujer añoraría: buena familia, con costumbres, principios, educación de hogar, con bienes y todo lo que implica unir no solo a una pareja sino a dos familias.

-¡Puede besar a la novia!- dijo el padre encabezando los arreglos en el amplio jardín. Y ella no se hizo esperar: el chico la tomó con desesperación, la amaba, no soportaba tanto tiempo viendo su hermoso rostro sin poder demostrarle su amor. En ese momento, ambos se sintieron llenos, felices como nunca antes lo habían estado.

-Deben saber que ahora son una familia, compañeros en las buenas y en las malas, en la abundancia y la escasez, en la salud y la enfermedad... en sus manos está la educación de nuevos seres.

II

Abro la reja que se encuentra debajo de mis pies, salgo con un movimiento brusco, la luz me encandila y las piernas me tiemblan. Me cubro la cara con la mano y me siento un rato, mi vista se normaliza y camino hacia la enorme casa. Me pregunto por qué me habrán encerrado aquí. Seguro fue por mi amor por Ángel, ellos me odiaban por eso y seguro ellos mismos me encerraron aquí. Empujo la gran puerta y entro al recibidor de la mansión, directamente subo a mi cuarto y... ¿qué es esto? Mi habitación está pintada de un color estridente, de mal gusto; la decoración y los muebles no son los mismos, hay un aparato peculiar situado en un escritorio con un montón de botones con letras; un aparatito muy pequeño con forma ovalada y una caja rectangular metálica con aberturas extrañas y circuitos incomprensibles.

Frente a la cama hay una mesa con otro artilugio desconocido que tiene gente atrapada adentro... Me siento en la cama desordenada sin entender qué pasa. Luego, bajo al comedor donde están todos reunidos, desayunando. La mesa cuadrada está abarrotada de gente que desconozco comiendo con caras largas; yo me reclino al borde de las escaleras, pero nadie me presta atención, como ha pasado desde que volví...

Una señora de avanzada edad se percató de mi presencia, apenas me miró, caminó hacia mí y me dedicó rápidamente una sonrisa, más bien nerviosa, y se fue; pero a nadie parecía interesarle eso.

Luego, entre sus cuchicheos pude entender que mi hermana murió recientemente. Me causó mucha confusión, yo el día anterior la había visto radiante en su matrimonio... ¡Bah, qué más da! igual a estos seres no los entiendo. Entonces, con mucha culpa, me acomodé en su cuarto.

III

Llevo una semana en esta casa y no entiendo el estilo de vida que llevan aquí.

Yo nunca puse los codos en la mesa y mucho menos los pies, sin embargo ellos lo hacen siempre. Los niños comen lo que quieran y sus padres no se lo impiden; los míos sí lo hicieron siempre. Tampoco disfrutan mucho al aire libre ni se soportan entre ellos. Definitivamente esto es un adefesio de familia, no sé cómo pueden vivir así. Todo es muy ajetreado, no existe la hora de la comida, nadie se comunica y los más jóvenes permanecen día y noche frente a la caja que tiene personas encerradas o con los aparatitos que llevan en las manos o en los bolsillos y que utilizan incluso las pocas veces que comen juntos en la mesa. Esta gente usurpadora tiene maneras extrañas, incomprensibles. No logro entender las relaciones filiales, qué parentesco hay entre ellos. Nadie se habla, todos discuten y parecen tristes siempre. La casa no tiene vida, nadie ríe, los niños no salen al jardín, están muy ocupados en no sé qué.

Mi mente, mi desordenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora