Capítulo 2

8 2 0
                                        

Tobías

Me enteré de su muerte mientras estaba con su novia, no me malinterpreten, los tres fuimos mejores amigos desde pequeños y jamás podría meterme con ella; aunque entre nosotros dos no haya pasado nada, me sentía culpable. Esa noche, Katti, había venido a decirme que ya no amaba a nuestro amigo, que estaba saliendo con alguien más desde hacía meses.
No estuve con él por escuchar los errores de mi "amiga" y sobre todo por escuchar todo el daño que le hizo.
El cementerio abre a las 8am, así que a las 8:30 ya estoy frente a Oscar, le hablo, dejo sus rosas favoritas y cuando ya es muy tarde me marcho a mi casa. Hace ya casi un año que mi vida cambió y todo se volvió un bucle, ya no iba a la universidad, solo tengo mi trabajo y de allí a mi hogar. Esa extraña y rota niña fue lo único nuevo y distinto en mi mundo, sus ojos con distintas tonalidades mostraban un ligero rastro de luz como un recuerdo de lo feliz que fue; estuve gran parte de la tarde a su lado en silencio. Ni ella ni yo hablamos, la oí suspirar, sollozar y por momentos susurrar cosas, pero ninguna dirigida a mí.
Llegué a casa en la noche, y me desnudé metiéndome en la ducha, mañana tendría problemas en el trabajo por haber faltado.
Dejé que el agua empapara mi rostro, limpiando y despabilándome, ya hacía tiempo que no lloraba ni gritaba como antes; acepté el dolor y la maldita culpa con la que me tocaría vivir. Al salir me senté frente al ordenador para terminar algunos trabajos de escritura, cosas que hago para distraerme o intentar que algún día lo que antes me apasionaba, pueda volver.
Sin mucha noción de lo que hacía, abrí otra pestaña y busqué su nombre en la única página que creí que podría tener, porque yo la tengo. Sé su apellido gracias a la lápida de sus padres, no está bien que la busque sin ningún motivo, pero no significaba que iba a hablarle o seguirle, no iba a hacerlo.
Una foto de ella con los que parecían ser sus padres apareció en la pantalla luego de estar un largo rato buscando "Gaara Millt" un nombre muy peculiar, en el buen sentido. Guardé la página, en algún momento ella me lo daría, estaba seguro.
—Tienes que concentrarte más en esto cariño, si no vas a seguir en la universidad por lo menos conserva tu trabajo—regaño mi madre al otro lado de la línea.
—Lo sé, no tuve un buen día, mañana hablare con mi jefe y estará todo mejor ¿okey? —respondí para que se quedase tranquila. Ella sufrió mucho al verme sufrir, y más lo hizo cuando le di la noticia de que dejaría mi carrera soñada por la culpa y la falta de ganas que le tenía, tengo a la vida.
La oí suspirar—Está bien corazón, todos tenemos malos días y hay que saber vivir con ellos para valorar los buenos, no te estreses ¿sí? —señalo con dulzura
—Si mamá, descansa y no te preocupes todo estará bien.
Nos despedimos como siempre, dejé el móvil a un lado y pasé mis manos por mi rostro.
La última vez que supe algo de Katti fue en el funeral y cuando recogió alguna de sus cosas de la casa de Oscar, no podía ni verla, la culpaba más de lo que me culpaba a mí; siempre dijeron que Dios lo perdona todo, pero ella no merecía su perdón, no merecía el de nadie.
Dejé el bolso sobre el escritorio al llegar al trabajo, es una oficina un tanto reconocida y respetada, conseguí mi puesto por pura suerte unas semanas después de abandonar la universidad y sinceramente me salvó de quedar en la calle.
—Señor Crown ¿puede explicarme por qué no se presentó aquí ayer? —cuestionó mi jefe cuando entré a su despacho.
Me senté frente a él y hablé con la verdad, para que mentir si el ya conoce mi situación.
—Lamento no haber asistido, fui al cementerio a visitar a un amigo, allí se encontraba una niña que necesitaba mi ayuda y eso mismo hice, ayudarla.
Bueno no era del todo verdad, ella no necesitaba nada de mi, yo insistí y me quedé acompañándola por pura comprensión y aburrimiento. Necesitaba algo nuevo junto a mi, algo con que divertirme y que mi mente viajase a miles de lugares menos a su muerte.
El asintió y anotó, vaya a saber uno que, en su libreta.
—Por esta vez voy a dejarlo pasar, pero que no se le haga costumbre.
Sonreí con agradecimiento—Muchas gracias señor, no volverá a pasar.
Salí de esa espantosa oficina y me senté en el escritorio comenzando con el mismo papeleo de todos los días, firmar, responder y anotar fechas para luego pasárselo a la secretaria de mi jefe.
Mi compañera de trabajo, Jenny, se acercó por detrás de mi queriendo asustarme. —¿Estás en problemas? — preguntó divertida
Me encogí de hombros e hice un gran esfuerzo por no ser aburrido y frío—Me lo dejó pasar, solo esta vez.
Ella rio y palmeo mi espalda en señal de aceptación, luego se sentó en el escritorio junto al mío y comenzó con sus tareas, no sin antes enviarme una que otra sonrisa.
No pasó mucho tiempo cuando mi horario terminó y volví a casa. Pasé de largo cuando caminé al lado de la entrada del cementerio, no volvería a tener el mismo problema mañana pero el cansancio y estrés se apoderaron de mi cuerpo impidiéndome tener ganas de cruzar esa puerta y afrontar la realidad. Ir al cementerio era algo que realmente hacía por gusto y para sentirme menos solo hablando con mi amigo, visitarlo ya que al parecer soy el único que lo extraña, el ver a Gaara; es inexplicable la curiosidad que despierta en mí. El dolor en sus ojos es tan bello, tan artístico que me dan ganas de escribir sobre ellos hasta que mi mano duela.
Su oscuridad, tan parecida a la que ahora me consume, hace que quiera saber más de su vida, sobre el por qué solo ella visita a sus padres y el por qué se la ve tan a la defensiva como si en cualquier segundo alguien pudiese lastimarla, tan frágil.

GaaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora