Capítulo 2 - Futuras cicatrices y heridas que no sanan.

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Era sábado.

Minho abrió lentamente los ojos, somnoliento. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas e iluminaban toda la habitación, cosa que detestaba, tanteó sobre la cama buscando su teléfono, al encontrarlo, vio la hora y algunos mensajes de Jinki, lo ignoró, eran las ocho.

Tomó su almohada y se cubrió el rostro, se había levantado temprano, el celular cayó al suelo, pero a Minho poco o nada le importó, iba a volver a dormir.

—¡CHOI MINHO, ¿CUÁNTAS VECES TENGO QUE DECIRTE QUE NO DEJES TU ROPA EN CUALQUIER PARTE?! —gritó su mamá desde la sala, sobresaltando a Minho y haciendo que se levantara— ¡VEN, AQUÍ!

Minho chasqueó la lengua, recogió su teléfono, estaba molesto consigo mismo, por haber sido tan tonto de olvidar su chaqueta en el sofá de la sala cuando había llegado a casa por la noche.

Se puso de pie, tomó una camiseta negra que encontró sobre su cama y se dirigió hacia la puerta, la abrió y asomó su cabeza.

—Sigo esperando, Minho.

—Ahora lo recojo —dijo Minho saliendo de su habitación mientras se ponía la camiseta—. Así que no es necesario llegar a la violencia, señora Choi.

Caminó por el pequeño pasillo, subiéndose el buzo deportivo negro con el que habitualmente dormía, y lo primero que vio al llegar a la sala fue a su mamá con la prenda en la mano y un cesto con ropa sucia en la otra, lo miraba severamente.

—Minho, te he dicho muchas veces que odio cuando dejas tu ropa tirada por ahí —dijo la mujer, Minho le sonrió lo más encantador que pudo, pero ella negó con la cabeza—. Eso no te funcionará esta vez, jovencito.

—¿Adelgazaste?

La mujer se cruzó de brazos.

—Eh, ¿ya te dije que esa blusa celeste queda muy bien con esos jeans?

—¿Por qué sigues dejando tu ropa por donde se te pega la gana?

Minho resopló.

—Ayer cuando llegué estaba muy cansado... —dijo Minho pasándose un mano por su oscuro cabello, no quería ser sermoneado— lo olvidé.

—Ah, ¿sí? Y, ¿por qué no te olvidas de comer todos los días?

—Hablando de comer... ¿qué hay de desayuno? —preguntó Minho, pero acto seguido se maldijo por hablar sin pensar, la cara de su mamá enrojeció.

—Oh, Minho, no quiero enojarme más contigo, pero estás haciendo unos méritos para que...

Tocaron el timbre.

La mujer puso los ojos en blanco, dejó sobre el suelo el cesto de ropa y caminó hacia la puerta, Minho suspiró aliviado.

—Choi Minho, tienes suerte, pero no creas que te has salvado de esta —dijo la señora parándose de puntillas para ver a través de la mirilla—. Es Jjongie, atiende mientras termino de limpiar la cocina, luego tengo que ver cómo sacar la tonelada de ropa sucia que seguramente tienes en tu habitación.

—Claro, mamá —asintió Minho, mientras la pequeña mujer entraba en la cocina.

Minho se acercó a abrir, cuando lo hizo se encontró con Jonghyun en el umbral, con las típicas poleras que él usaba, en esta ocasión una de color azul oscuro, vaqueros negros rasgados y zapatillas blancas, pero eso no era todo.

—¿Qué pasó, Jjong? —preguntó Minho burlón, se acercó y se cruzó de brazos recostándose en el marco de la puerta— ¿Por qué traes esos lentes de sol? Tú nunca los usas.

Quédate a mi ladoWhere stories live. Discover now