VI - Principio de lo corrupto.

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Todos estábamos muy preocupados por John, habían pasado varios minutos desde que no salía del baño. Temimos que realmente estuviera vomitando muchísimo.

  —Dios, creo que lo mejor es que llevemos a John a casa, se siente como el culo.— expresó Richard.

  —Paul, ¿puedes llevarlo a casa?—preguntó George. Me alarmé. Michael me mataría si me tardaba más de lo acordado.

  —¿Yo? No.—negué repetidas veces.—Yo creo que es mejor que ustedes lo lleven.

  —Es que yo y Geo vamos a ver películas en la casa y nuestros padres solo nos dejaron a cierta hora, si llevamos a John nos van a regañar muy feo.—se quejaron.

No me quedo más que aceptar. Aunque, realmente no quería estarlo cargando a su casa o algo así. Sabía que se sentía mal pero tenía miedo de que me vomitara el suéter.

—¿Sabes conducir?—me preguntaron.

—Tomé un curso en vacaciones, ¿por?—respondí un poco inseguro de lo que estarían apunto de decir.

—John tiene un carro y supongo que vino en él hasta acá. ¿No puedes conducir hasta su casa? Si dejamos que conduzca solo se va a accidentar.

—A ver, ¿me están pidiendo que sea su chofer solo porque está vomitando como loco en el baño?—asintieron.—Ugh, me las van a pagar.

Vimos que John había salido del baño, se veía un poco mareado porque caminaba algo raro. Al ver como se acercaba a nosotros, Ritchie pidió la cuenta y yo, ni termine de comer.

—Señor, no hemos traído sus platillos aún.—le contestó el mesero.

—Ya déjalo así, solo cóbrate, ¿bien?—respondió Ritchie muy calmado.

John se sentó a mi lado y bajo la mirada. Supuse que no quería irse ni que los demás se fueran solo porque se había sentido mal.

—¿Te encuentras bien?—volteó a verme y negó.—Ya vamos para tu casa, ¿sí?—asintió.

Nos despedimos de George y de Richard que irían a casa de alguno de los dos. Mientras que por parte mía y de John, iríamos a su casa. Aún me parecía una locura tener que estar conduciendo pero trate de ponerme en los zapatos de John y creo que conducir sería lo menos que haría después de que lo tratara mal todo el día.
Fuimos hasta su auto y lo abrió con sus llaves. El auto era muy viejo, supuse que era prestado o algo así porque de verdad era muy viejo. Auto y celular viejo, ¿era un viajero del tiempo o qué?

—Perdón por todo, Paulie.—me dijo mientras arrastraba sus pies hasta el asiento del copiloto y procedió a sentarse.

—No te disculpes, está bien.—le di una mirada antes de yo, sentarme en el lado del conductor. Estaba un poco nervioso porque sería mi primera vez conduciendo de verdad.

—Gracias, muchas gracias.—me dijo mientras trataba de ponerse el cinturón de seguridad. Lo ayude con eso, y ni yo supe porqué.

—¿Y en serio lo expulsaste todo?—dije mientras me puse mi cinturón de seguridad y agarraba el volante.

—No, solo fueron náuseas. Aunque sentía que sí iba a vomitar, se sintió horrible.—se quejo.

Prendí el carro, pise el pedal y fuimos hasta donde él me indicara. Para ser mi primera vez, sentía que no lo estaba haciendo tan mal.
Por un momento vi como John sacudía su suéter como si tuviera muchísimo calor.

—¿Tienes calor?—pregunté aún poniendo atención al volante.

—Dios, sí, estoy que ardo.—se quitó el suéter lo más rápido que pudo. Traía una camiseta de manga corta por lo que se veía su piel, que por cierto, estaba muy seca.

—Deberías intentar ponerte crema corporal. Eso no se ve nada bien.—me miró extrañado.

—¿Crema corporal?—trató de buscar porque lo dije y vio su brazo.—Ahh, esto. Uhh, sí, he intentado pero mi piel no deja de estar seca incluso si me lo pongo. Es horrible.

—¿En serio? ¿Nada de nada?—negó. Empezaba a parecerme un poco raro que estuviera tan callado. Antes no dejaba de hablar y ahora apenas y decía cosas, al parecer las náuseas sí le afectaron demasiado.
Vi como puso su brazo en el techo del carro, haciendo como si me quisiera enseñar su brazo. Yo solo reí.

—¿Por qué te ríes? ¿Qué pasó?—preguntó un poco alarmado.

—Me quieres enseñar tu brazo, ¿no es así?—di un giro con el volante, pero pude ver como negaba repetidas veces. Sonrió por lo que dije y se excusó.

—No, no. Te juro que me siento como pollo en rosticería.—afirmó con su cabeza.—Me es normal tener mucho calor a veces. Siento mucho el bochorno y es todo un horror.

—¿En serio? Pero ni siquiera estas sudando. Ni cuando tenías náuseas sudabas.—le recordé y se sintió un poco apenado.—Algo me dice que esté solo era plan de esos idiotas para que nos juntáramos más. Créeme que si quieres enseñarme tus brazos y no tienes calor, dímelo. No quiero que me mientas.

—¡Te juro que tengo muchísimo calor!—asintió.—De hecho hasta tengo un gran ventilador en mi casa para los días de verano... a veces en invierno también, pero el punto es que sí me siento con mucho calor. Si quieres podemos pasar a mi casa y ves que sí lo tengo.

—Eso sonó a coqueteo.—reí.—Ay, John, pero dime por qué no sudas, se supone que la gente que suele tener mucho calor, suda.—me vio un poco apenado y parecía que no quería hablarme de eso. Sus mejillas estaban rojas y miraba hacia otro lado.

—¿Me creerás que nunca en mi vida he sudado? ¿Ni siquiera cuando estuve pasando por los cambios hormonales?—confesó.—Cuando hay mucho calor, no sudo. Ni cuando hay alguna otra situación donde se supone yo debería sudar. Te lo juro, jamás he usado un desodorante por lo mismo.—vi que hasta sus orejas estaban rojas por el retrovisor cuando dijo eso. Cosa que se me hizo linda.

—Te envidio tanto, ojalá ser como tú y no sudar ni cuando hago ejercicio.—sonreí y volví a voltear el volante. Según John, ya habíamos llegado a su casa.

Me estuvo indicando con sus dedos todo el viaje, así que no fue muchísimo problema. Al llegar, nos quitamos el cinturón y John necesito mi ayuda para salir.
Puse mi mano en su cintura y la otra en mi hombro, él hizo lo mismo. Parecía que estaba borracho.

Apenas y pude tocar el timbre de la casa.

-here today  ➸ mclennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora