XVII - Estudiante de casa.

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Íbamos en el auto de Johnny. Era un carro viejo que su tío, George, le había regalado.
  Ese auto me traía tantos recuerdos, como la vez que John pareció emborracharse con la comida.

  El día que Mimi lo había recibido y me había mandado unos muffins al día siguiente. Ese día tenía un lugar especial en mi corazón.
  También recordaba con nostalgia el como John parecía enseñarme sus brazos cuando se moría de calor.
  Ese día había sido uno de los mejores. Lo único que me desconcertaba era que cuando me había ido a dormir, Michael fue a mi cuarto y entre sollozos, me abrazó.

  ¿Qué le habría dicho Mimi como para que se pusiera así? Era una pregunta que desde que la semana del infierno empezó, me vine preguntando. Todo era tan raro, ¿qué me ocultaban esos tres?

  —Princesa, ¿en qué tanto piensas?—Johnny interrumpió mis pensamientos.

  —En lo mucho que te amo—mentí. Sí lo amaba, pero no era justamente lo que pensaba—. Pero dime, Johnny, ¿a dónde me estás llevando?

  —Bunny, no te desesperes. Ya casi llegamos.—dijo John mientras conducía un poco rápido.

  —No aceleres tanto, Johnny.—lo regañé.

  —Oh, Paulie. Es por la adrenalina.—se rió y volvimos a estar en silencio.

  No me incomodaba no tener tantas platicas con John. Sólo disfrutaba estar con él y eso era todo. Su compañía era mejor que la de cualquier persona existente. Amaba a mi John.

  Podría repetirlo cada segundo. En serio, lo amaba, lo necesitaba, lo quería conmigo. Mi buen chico.

  Y cuando menos lo pensé, John frenó. No fue brusco, pero indicaba que habíamos llegado a ese lugar sorpresa.

  Y vaya que sí fue sorpresa. John me había traído a un restaurante bastante elegante. Todo se veía hermoso. Probablemente en la noche se vería mejor pero estaba seguro de que yo y John disfrutaríamos mucho este lugar.

  Nos bajamos del carro, y lo primero que hice fue abrazar muy, muy fuerte a John.

  —Gracias, gracias, gracias por estar en mi vida. Eres lo mejor que me ha pasado, Johnny Boy.

John había puesto sus brazos en mi cintura y me dio un fuerte abrazo. Nos mantuvimos así durante unos minutos, y al separarnos nos dimos un besito.

¿Quién diría que el castaño que me robaba la vida ahora me robaba besos?

  Tomó mi mano y fuimos hacia la entrada de ese gran restaurante. Mi novio era el mejor novio, de eso estaba muy seguro.

  Al parecer, John ya había hecho una reservación porque nos pasaron rápidamente a una mesa que parecía muy romántica.

  La mesa estaba adornada con un mantel blanco demasiado elegante. Y a pesar de que no la necesitábamos ya que era de día, había una vela muy preciosa adornando nuestra mesa.

  Tomamos asiento y no pude no dejar de ver a mi Johnny. Dios, realmente estaba enamorado. Ahora mismo, quería besarlo y tenerlo entre mis brazos por muchísimo tiempo, no había mejor persona que él.
  Nunca podría amar a alguien tanto como lo amo a él.

  —¿Te gusta el lugar? Lo escogí porque realmente te debía esto. Tu novio enfermo piensa que no te merece a veces.—¿Así que admitía que estaba enfermo? Agh, ¿pero de qué?

—¿Mi novio enfermo? ¿De qué estas enfermo, John?—y cuando pregunté lo último, palideció.

Tragó saliva y empezó a ver el restaurante, ignorando completamente mi pregunta.

-here today  ➸ mclennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora