XII - Manchitas.

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No sabía cómo había pasado. Parecía ayer desde que me habían presentado a Johnny Boy.
  Ahora, justamente habíamos cumplido un mes de conocernos, algo que se me hizo hermoso. Tratábamos de salir juntos todos los días que se pudieran, lo hacíamos solos. Sin George ni Richard. Ningún invitado más.

  Entre otras cosas que John me había contado, hablando sobre nuestros amigos, John me había confesado sobre su primer y único amigo que tuvo a los quince, se llamaba Stuart y a John le parecía la persona más linda del mundo. No dejaba de repetírmelo. En un momento, Stuart sí llegó a darme celos.

  John a veces me platicaba de él y de cómo empezó su terror a la muerte gracias a Stuart. Stuart había sido el médico de John por mucho tiempo pero había muerto por un tumor en el cerebro que se ganó al pelearse con unos bravucones que querían abusar de su novia. Al parecer, en la pelea lo habían golpeado muy fuerte en la cabeza, lo que generó el tumor.
  John se empezó a sentir aterrado cuando supo de la muerte de Stuart. Creía que debía vivir todo lo que se pudiera, no quería terminar como ese chico.

  John me lo había confesado todo acerca de su miedo a la muerte. Y me sentí afortunado porque fui el primero al que le contó esto.

  Además, me sentía muy especial porque siempre que salíamos me daba regalitos.
  De hecho, por haber cumplido el primer mes como amigos, me había regalado una camisa blanca que tenía un conejito en la parte del cuello. Claro estaba que a John ya le había gustado decirme Bunny.
  Y a mi ya me había gustado él.

  Lo único raro que empezaba a notar era la conducta de mi hermano, Michael. Su nivel de ansiedad aumentó de una forma drástica desde que yo y John empezamos a salir.
  Se encerraba en su habitación y a veces lo escuchaba llorar de la desesperación.
  Había intentado tantas veces preguntarle porque estaba así pero él negaba repetidas veces y esquivaba el tema. Era tan preocupante, pero sabía que si tenía a John de mi lado, me sentiría mejor.

  Aunque la verdadera preocupación entraba cuando me preguntaba cómo confesármele a John. ¿Era rápido? Demasiado. Pero no podía dejar que otra persona se lo llevara de mi lado, no lo quería para un rato, lo quería para siempre.
  Era el compañero de vida que siempre había querido.

  John era tan bonito que te hacía desear un futuro muy largo con él. Ya no me podía resistir a esas conversaciones interesantes, ese cabello y pestañas tan lindas, agh, todo me parecía precioso. Claro, era John.

  Mientras pensaba en John, estaba caminando por la cancha donde solíamos tomar educación física. Me gustaba esa parte de la escuela pero no la clase, era tan horrible.
  Venia escuchando Nowhere Fast de The Smiths, odiaba al cantante pero era una canción muy energética que me ponía de buen humor.
  No había visto a John ese día, por lo que sí necesitaba una canción para animarme.

  —I'd like to drop my trousers to the Queen.—venía cantando mientras ya iba en mi quinta vuelta—caminado—de la cancha.

  Cómo ya iba dando vuelta a la cancha pude ver aquel cabello de color castaño que tanto amaba. Era mi Johnny que venía en short.
  Y aunque la época realmente no era como para traer ni short ni playera de manga corta, poco le importaba a John, pues traía los dos.

  Fue corriendo hacia mi y me dio una de sus bonitas sonrisas. Cada que hacía eso me daban ganas de lanzarme y pegarle unos besotes.

  —¡Princesa!—Ah sí, no les conté pero ese era otro apodo que me había puesto Johnny después de los comentarios burlones de Rings sobre que yo parecía la dama en apuros de John—Te busqué todo el día, pero no nos tocaron las mismas clases.

  ¿Oyeron? Me busco a mi, qué lindo.
Me quite los audífonos y los guarde en mi bolsillo, The Smiths podían esperar pero John nunca.

—Johnny Boy, tampoco te vi. Te busqué la primera hora pero después no quise molestarte.—Algo completamente cierto. Me había enterado por George que John y Richard tenían prueba de Química y no quise distraer a Johnny, sabía que la escuela era algo que le gustaba, así que opté por no buscarlo más.

—Oh, eso es horrible, Paulie. Yo y Ritchie tuvimos prueba de Química, fue un desastre. Estuve quedándome hasta tarde con el tío George, ayer. Estudiamos un montón pero ni siquiera venía lo que habíamos estudiado.—John había tenido un día pesado y eso significaba muchas, muchas quejas y necesidad de afecto.

Y cómo predije, me extendió sus brazos para que lo abrazara. Ah, John en serio parecía menor que yo.
Al abrazarnos, pude ver que los brazos que me rodeaban, tenían algo.
Era demasiado raro pues nunca había visto algo así.
Mire hacia abajo y pude ver que en sus rodillas eran donde más tenía esas cosas.

—John, ¿qué tienes ahí?—dije separándome del abrazo. Señalé sus brazos y rodillas.
Él checo ambas cosas y su reacción fue completa incomodidad y nerviosismo.

—¿L-Las manchas?—sentía que John estaba maldiciendo haber traído esos shorts y playera. Su cara cambio de sonriente a una de completa incomodad. Sus ojos miraban hacia otro lado, era algo demasiado raro.
Cada que descubría que él tenía algo poco normal, se comportaba de la misma manera.
Se incomodaba, preocupaba y me evitaba la mirada. No me estaba gustando eso, sentía que John tenía que decirme algo pero no lo hacía. ¿Por qué me lo ocultaba? ¿Era tan malo?

  —Sí, John. ¿Por qué tienes esas manchas rojas?—estaba cabizbajo, definitivamente no me quería ver.

  Cuando subió la mirada, su actitud corporal era de una persona nerviosa. Odiaba que me ocultaran cosas, sobre todo si eran cosas importantes.
  Parecía que John, Michael y Mimi sabían hacerlo. Todavía tenía la idea de que ellos tres tenían algo que ver con todos los síntomas.     Me refiero, debían saber de dónde salían o porque lo hacían.
A ver, el amigo de John, Stuart, fue su médico. Eso ya tenía mucho que decir. ¿De qué estaba enfermo?

  —Uhh... son ¿marcas de nacimiento?—se cuestionó—Sí, marcas de nacimiento—sabía que me estaba mintiendo pero me había hecho reír—. Oh, Paulie, no te rías de estas cosas. Aunque ni siquiera son importantes.—dijo un poco más aliviado. Sabía que el ponerme a reír lo haría soltarse un poco más y no sentir tanta tensión.

  —Está bien, pero me gustan tus manchitas rojas—confesé—. ¿Sabes? Se me ocurrió un apodo. Ya que son tu "marca de nacimiento"—hice las comillas con mis dedos—, te diré manchitas, suena bonito.

  Y de nuevo, las mejillas de John se habían puesto de un color bonito. Cada que le resaltaba que a mi me gustaba algo de su cuerpo que él consideraba defecto, se ponía a sonreír como bobo. Pero no mentiría, él también me ponía a sonreír así, mi chico manchitas.

  Todo había estado tan bien cuando pasó eso. Sólo nos mirábamos a los ojos mientras parecía que nos comunicábamos telepáticamente. No decíamos nada, disfrutamos el momento.

  Lo horrible fue cuando las piernas de John se desplomaron y empezó a retorcerse del dolor ya en el piso.

-here today  ➸ mclennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora