VII - Señoras y señoras veganas.

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Al tocar el timbre de la casa apareció una señora de unos cincuenta y tantos años. Al vernos, se sorprendió mucho y se escandalizó.

—¡George, ven a ayudar a Winston!—llamó la señora y pude ver como un señor de su misma edad llegaba rápido a la puerta solo para recibir a John. John se fue con el señor, quien al parecer lo cargo de la misma manera hasta lo que parecía ser, la sala de la casa.

Estaba un poco asustado por la reacción de la señora, aunque, si fuera yo la madre de John, actuaria de la misma manera.

—Muchacho, muchas gracias.—me dijo la señora un poco exaltada.—¿Winston tomó mucho?—se me hizo un poco extraña esa pregunta.

¿Quién era Winston?

—¿Winston?—pregunté un poco confundido. Sabía que el chico que había llevado no se llamaba Winston, por lo que sabía, su nombre era John.

—Ah, es el segundo nombre de John.—Y ahí entendí que pasaba, probablemente a John no le gustaba cómo se llamaba y no le dijo a nadie sobre ese nombre de principito.—Muchas gracias por traerlo, ¿se emborrachó?

—No, no, es que tenía náuseas y se veía un poco mareado.—la señora entendió pero se veía muy confundida.

—¿Náuseas?—preguntó como si le extrañara que John tuviera esos problemas.

—Sí, también tuvo mucho calor en el auto. Incluso se quitó el suéter.—ella asintió.

—El calor es algo muy normal en Winston. Desde que estaba pequeño sufría mucho por eso.—reímos.—Recuerdo que cuando apenas era un niño, él lloraba del bochorno que sentía en el verano. Realmente era un infierno por el que pasaba. Ni siquiera su madre era capaz de atenderlo sabiendo que su pobre hijo estaba en esas condiciones.—recordó nostálgica.—Llegó un momento donde le suplicó a mi marido, su tío, que pusiera un ventilador o aire acondicionado en su cuarto. Winston no aguantaba para nada del calor, lo molía totalmente.

—Espere, ¿usted no es la madre de John?—ella sólo rió.

—No, pero Winston me considera como su segunda madre. Yo sólo soy la hermana de la que era su mamá.—me aclaró.

—Oh, ya veo, perdone la confusión. Pero, ¿puedo preguntarle algo?—ella asintió.—¿Por qué John no suda?

Su semblante era de incredulidad, no sabía porque. Ella se mostraba entre sorprendida pero como si se lamentara de algo, era algo muy extraño de describir.

—Desde muy chico nunca ha sudado. Es algo muy raro, incluso yo y mi marido pensamos que sudaría cuando estuviera más grande o, que al menos tuviera algún tipo de olor, no lo sé. Pero nunca sudó.—negó y yo pensé que probablemente John tendría algún tipo de enfermedad que no le permitiera sudar. El caso de John, un caso que por cierto, él mismo ni quería hablar, era muy raro.

—Disculpe—ella asintió.—, ¿John tiene una enfermedad?—ella palideció un poco, se veía que estaba algo incomoda teniendo este tipo de conversación conmigo.

—No, por lo que nosotros sabemos, no. Siempre se ha mantenido como un chico muy saludable. Tiene chequeos mensuales y no, ninguna enfermedad.

Eso sí ya estaba raro. ¿Sin sudor, mucho calor y náuseas poco frecuentes? Era algo demasiado raro si lo pensaba, raro en el sentido de que es raro pensar que no tiene una enfermedad. Hmm, tal vez nadie de la familia quería hablar de eso, pero, a ver, ¿por qué no? Era algo que afectaba a su sobrino.

—Ya veo, ¿entonces que es lo qué pasa con él?—pregunté, quería llegar a sacarle algo a la señora.

Ella parecía que maldecía internamente cada que yo abría el pico.

-here today  ➸ mclennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora