Suwa

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Viajé al Monte Roraima, donde las leyendas sobre aparentes espíritus reptiloides que descienden de la montaña abundan como flores en primavera

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Viajé al Monte Roraima, donde las leyendas sobre aparentes espíritus reptiloides que descienden de la montaña abundan como flores en primavera. Una de los tantos relatos que oí era de un animal gigante con escamas de cuello largo como jirafa, patas que parecían troncos de árboles y una larga cola. Así que deduje que se trataba de un dinosaurio saurópodo.
Pensé nuevamente en el Mokele Mbembe, en las expediciones que realizó el explorador y arqueólogo Percy Fawcett en la selva del Amazonas y que fueron novelizadas en la famosa novela de Sir Arthur Conan Doyle El Mundo Perdido; en las que el autor describía a los dinosaurios como seres rápidos cuyos ataques eran coordinados y estos presentaban una gran inteligencia. Esto difiere mucho a lo que se tenía pensado sobre los dinosaurios en aquella época, donde eran representados como animales lentos y torpes que no podían coordinar sus movimientos para cazar o huir.
Junté todas mis energías y subí al Monte Roraima a escondidas, con todo mi valor exploré la zona extensa que ha sido poco explorada debido a las condiciones. Durante un gran rato noté que el área tenía muchas similitudes con las que vi en Australia donde me enfrenté contra los Burrunjor, con plantas de apariencia prehistórica, e insectos más grandes de lo que estamos acostumbrados a ver.
Continué caminando durante lo que pudieron haber sido horas, hasta que en mi distracción entré a un área donde la vegetación estaba aplastada, lo cual pudo haber sido causada por un animal de grandes dimensiones, pisé una gran huella de unos 90 cm de diámetro y con marcas de garras. Al examinarlas con detalle deduje que estaba fresca y al alzar mi mirada vi todo un camino de ellas y procedí a seguirlas a un paso apresurado cruzando la densa vegetación.
Y en un gran claro vi a una manada de estos animales alimentándose de las hojas de los árboles o bebiendo el agua de un río. No podía creer el paisaje que mis ojos estaban viendo, era hermoso, un milagro. A mi mente vino una nostalgia inconmensurable junto a los recuerdos de mi infancia de cuando veía a los dinosaurios retratados en libros de ciencia, cuando veía con asombro sus huesos en los museos y después vi a los primeros con vida.
A diferencia de mis encuentros con el Emela-Ntouka, el Kasai Rex y el Mokele Mbembe, mi encuentro con los Suwa fue bastante tranquilo y las criaturas no me vieron como una amenaza y me dejaron acercarme a ellos. Me acerqué a uno y este me miró con curiosidad, bajó su cabeza hacia mí, sus ojos imperturbables me transmitían calma, estiré mi brazo y toqué la cabeza del dinosaurio. Después aproveché para descansar, hacer un dibujo lo más detallado posible de los saurópsidos, y para tomar un suero rehidratante con sabor a coco.
Me he ganado un lugar especial entre los grandes paleontólogos de la historia y mi retrato aparecerá junto a los de Gideon Mantell, Mary Anning, José Turrubia, Georges Cuvier, Leopold Von Buch, William Buckland, Philippe-Charles Schmerling y Roderick Murchison.

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