Capítulo 💎6💎

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—¿Ya mediste tu glucemia? —interrogó Nina al entrar a la cocina

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—¿Ya mediste tu glucemia? —interrogó Nina al entrar a la cocina.

—Lo acabo de hacer. —Le mostré al algodón que presionaba contra la yema de mi dedo índice—. Está estable.

Nina asintió ofreciéndome un plato recargado con un potente desayuno dominical. Me senté en una silla de la pequeña mesa de la cocina. Me gustaba comer aquí. Era inútil utilizar el kilométrico comedor de esta mansión para mí sola.

—Qué atractivo es el hombre que está con Bastian en el despacho, ¿no crees, mi niña?

Levanté mi mirada por unos segundos, hasta devolverla al plato nuevamente. Bastian estaba entrevistando a Roy Donovan. El equipo de seguridad tenía que ser completado. Admito que desde que ese hombre tomó mi lugar en el vehículo, una punzada surgió en mi estómago; su valentía y firmeza en las decisiones nos indicó que era la persona ideal para el trabajo.

—¿No crees? —repitió Nina.

—No sé a qué te refieres.

—¿En serio? Hay que estar ciego para no verlo.

Sí, lo admito. Roy Donovan era un hombre sumamente atractivo, con cualidades físicas que no pasaban desapercibidas; sus músculos en cada zona correcta, su rostro complementado con labios carnosos y rojizos, sus ojos miel poblados por pestañas tupidas y ese cabello sedoso con un sensual desorden.

—Tiene un aura diferente —prosiguió—, como los hombres de mi época. Esos sí que eran hombres.

—Dime, Nina. ¿Piensas seducir a mi nuevo guardaespaldas?

Rió tomando asiento juntó a mí.

—Quien tuviera cuarenta años menos. —Suspiró—. Si será tu guardaespaldas pasará mucho tiempo a tu lado, entonces.

—¿Y?

—No sé, me los imagino a ustedes dos cerca. Él protegiéndote con su cuerpo, con su pecho, con sus brazos...

Dejé caer los cubiertos en el plato, raramente nerviosa.

—No sé a dónde quieres llegar, Nina. Será como Bastian, como el albanés o como los demás que custodian la mansión.

Maldición. ¿Me había puesto nerviosa ante la imaginación de esas escenas?

—Quizás. —Me devolvió una sonrisa acogedora—. No lo trates tan mal, mi niña.

Su comentario me pareció tierno.

—Nina, ¿por quién me tomas? Yo no trato mal a mis empleados.

A mi mente vino el puñetazo que le proporcioné al albanés. Fue un impulso dado por la rabia al desacatar mis órdenes.

—Lo sé. Es que eres testaruda, igual a tu madre. Ella era—

—Nina, por favor. No quiero hablar sobre eso.

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