—¿Cómo te llamas? —interrogué al rubio que permanecía a mi lado.
Ambos residíamos al final de la escalera externa de la mansión, esperando a Alessia.
La mañana en este sitio era una locura. Las hectáreas estaban cubiertas por abundante vegetación, árboles frondosos que albergaban a decenas de pajaritos y un jardín de varios metros cuadrados, pulido con flores de colores llamativas, además, del resto del equipo de seguridad que caminaban de un lado a otro con lentes oscuros.
—Soy Jacek Dervishi, aunque creo que ya me bautizaron como el albanés. —Una mediana sonrisa brotó de su rostro.
Me retorcí incómodo bajo el traje de corte italiano que me proporcionaron como uniforme, mis músculos estaban molestos; al parecer, era una talla menos a la que usaba.
—Albanés es buen seudónimo —ratifiqué observando el hematoma de su labio—. ¿Una pelea? —Señalé su rostro.
Él negó como un acto reflejo.
—La señora golpea duro.
Sabía a qué se refería. Alessia le había pegado en un ataque de histeria, el día del explosivo. Ella era puro fuego, de esos que son catastróficos, que incineran todo a su paso.
—¿Por qué todos la llaman señora? —pregunté extrañado por eso—. Ella es joven y no está casada.
<Quizás por respeto o porque era dueña de la mitad de Grecia>
—Yo también dudé al principio, señorita es más adecuado para ella, a pesar del poder que tiene, pero después comprendí todo... —miró hacia los costados antes de susurrar algo—, Alessia di Rossi es viuda.
¿Cómo?
Esa confesión no me la esperaba. ¿Viuda? Esa información no estaba anexa a su expediente. ¿Ella había estado casada? Lo más extraño aún. ¿Su esposo había muerto?
—¿Viuda?...
Quise investigar más, pero un carraspeo de garganta del albanés me otorgó la señal. La puerta principal se abrió, concediendo un panorama excepcional. Alessia, con su figura que no pasaba desapercibida, bajaba lentamente los escalones, sometiendo como toda una maestra sus tacones.
¿Será por eso que siempre vestía de negro? ¿Pero cómo era posible que fuese viuda siendo tan joven?
Sus piernas eclipsaron mi entorno. Poseía unas curvas tentadoras, todo su cuerpo era sinónimo de pecado, de ese que te hacía arder en la lava más profunda del infierno.
«Ya me puedes soltar, Donovan»
Maldecí mentalmente la erección que tuve cuando mi entrepierna encerró a su organismo. Su cabello olía de una manera delicada, un aroma similar a lavanda o frutos silvestres. Su traicionero camisón me provocó insomnio, no lo había detallado hasta que, en su inconciencia, se deslizó sutilmente hacia arriba, permitiendo destellar una pequeña franja de piel tersa del inicio de sus piernas.
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Emporio di Rossi
ActionEl agente Roy Donovan es solicitado por la Central de Inteligencia en Washington. La misión es desmantelar Black Diamond, una organización criminal involucrada con el tráfico de diamantes de sangre. Alessia di Rossi dispone la fortuna más poderosa d...