Capítulo 💎8💎

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Ególatra

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Ególatra.

Eso era lo que era Roy Donovan, un ególatra.

Me había salvado la vida, sí; en más de una ocasión, lo sé; pero eso no le daba derecho de acorralarme de esa manera, de utilizar sus encantos en mi contra, de creerse tan importante como para emplear su crepitante voz para decir semejantes locuras.

—¿Con quién crees que estás hablando, Donovan?

No podía aprisionarme en este probador, junto a él. No podía hacer lo que se le diese la gana. Su aliento era estremecedor, pero sus músculos eran catastróficamente inhabilitantes.

—Con una mujer que me está tratando como su jodido maniquí.

Mi mente estaba en conflicto. Cuando lo vi junto a esa vendedora, usando su galantería en horas de trabajo, la sangre me hirvió como lava volcánica. Él debía saber quien mandaba aquí. Debía quedarle claro que no admitía indisciplinas.

—Estás hablando con Alessia di Rossi, tu jefa. Firmaste un contrato, desde ese momento me perteneces. Yo mando, tú cumples, así de sencillo.

Su entrecejo permanecía contraído. Su fisionomía dominante y robusta era el doble de la mía. Me sentí pequeña en comparación con las dimensiones de su torso. Sus antebrazos descansaban en la pared, a los laterales de mi cabello. Mi vista viajó a su atuendo. La camisa blanca estaba desabrochada en sus primeros botones, permitiendo vislumbrar el inicio de su piel contrayéndose ante esos pectorales.

—En el contrato no ponía nada sobre utilizarme como modelo de ropa. Su prepotencia en querer demostrar su poder es su peor defecto, señora.

Una exaltación recalcitrante intentó surgir en mi interior. ¿Quién se creía para hablarme de aquella manera? Nadie, nunca, me había retado como él lo hacía.

Comencé a propinar pasos hacia él, de manera decidida, tomándolo de improviso. No me dejaría intimidar por su personalidad, por su aspecto. Se mostró confundido ante mi reacción.

—¿Quiere que le responda su pregunta, Donovan?

Por instinto, inició pasos en reversa, como evitando a una depredadora. Seguí avanzando, hasta que su espalda chocó contra la pared. Me ubiqué frente a él, encerrándolo de la misma manera que él hizo conmigo. Si pensaría que me iba a doblegar, cuan equivocado estaba.

—Yo no me excito con los objetos —susurré cerca de su boca—, y tú eres solo un cuerpo, un escudo que va a protegerme. Si tu cuerpo llega a ser dañado, me busco a otro, y listo.

Había luchado con toda clase de hombres en mi vida; algunos habían intentado someterme, subyugarme. Mi coraza me protegía, dentro de ella estaba a salvo.

Donovan se mantuvo observándome en todo momento. Un pequeño destello de luz irradió su iris. Cambió su forma de retarme y miró mis labios, por varios segundos. La comisura de su boca se inclinó, destellando una minúscula sonrisa. ¿Qué le ocurría? ¿Qué clase de reacción era esa?

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