—La encontramos en las cercanías del río Alcantara, estaba inconsciente y con fuertes heridas en sus piernas. —La monja de tercera edad comentaba angustiada.—¿Ha dicho algo?
Ahí estaba ese señor, nuevamente. Mi mente estaba confundida por tanto sufrimiento. Las magulladuras en mi piel no laceraban como el dolor en mi corazón, deseaba morir.
—Nada aún, señor Allen. La niña está muy asustada, intuyo que presenció algo traumático.
Señor Allen, así era como se hacía llamar ese hombre que me visitaba por tercera vez. Con esa gabardina negra y su cabello recién cortado. Este convento era lo único que me protegía de los que me querían hacer daño, pero sé que necesitaba escapar de este lugar y hallar a mi hermana.
El señor Allen se acercó hasta quedar a mi altura:
—Sé que estás asustada, pequeña, pero aquí estoy para ayudarte. No pretendo hacerte ningún daño, con nosotros estás segura —hizo una pausa—, si me cuentas que te pasó, podré ayudarte.
Continué en silencio, quizás este hombre podría ayudarme a encontrar a mi hermana, o quizás, lo enviaron a matarme como lo hicieron con mis padres.
—De acuerdo, no te presionaré. Quiero que confíes en mí, cuando te sientas preparada podrás contarme lo que pasó. ¿Sabes? Tengo un hijo, un poco mayor que tú, su nombre es Liam, tal vez puedo traerlo algunas tardes para que juegues con él, ¿te apetece? —Lo miré fijamente, sin emitir ningún sonido o gesto corpóreo—. De acuerdo, tomaré eso como un sí.
Tres días después, me hallaba en el pequeño patio del convento. Mis heridas sanaban, ya podía sentir el flujo sanguíneo recorrer los dedos de mis pies. Aunque mi voz aún continuaba ausente.
—¿Eres tú la que no habla? —Un niño de cabello castaño estaba frente a mí—. ¿Qué pasa, los aliens te comieron la lengua?
¿A este niño no le enseñaron modales? ¿Qué maneras son esas de iniciar una conversación?
—Como odio a mi padre por obligarme hacer esto —recitó entre dientes tomando asiento junto a mí—. Es mejor para mí que no hables, así esto acabará cuanto antes. Mi nombre es Liam, y como sé que no hablas no me interesa saber el tuyo. Mi padre y esa monja deben estar por algún lado vigilándonos, así que te daré esto y nos libraremos del problema.
Me pasó una bolsa de regalo. Odiaba este niño caprichoso e insolente, su altanería me ponía de los nervios. Tomé el contenido de la bolsa y extraje de él una preciosa muñeca de cabello rubio.
—La muñeca fue idea de mi padre, yo no invertiría mi tiempo en regalarte una. —Lo observé hastiada—. ¿A qué esperas? Ya puedes gritar de la emoción, ¿no es lo que hacen las niñas cuando ven a una muñeca?
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Emporio di Rossi
ActionEl agente Roy Donovan es solicitado por la Central de Inteligencia en Washington. La misión es desmantelar Black Diamond, una organización criminal involucrada con el tráfico de diamantes de sangre. Alessia di Rossi dispone la fortuna más poderosa d...