De regreso

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Un frío intenso recorrió el cuerpo a Cris.

Decidieron acampar con la intención de retornar la caminata antes del amanecer. Turey se mantenía callado. Las llamas del fuego iluminaban su rostro, acentuando sus facciones. Crismaylin no se perdió ningún detalle, contó las tantas veces que tensaba la mandíbula.

Los guerreros decidieron tomar otro rumbo, uno más accidentado y zigzagueante, pero que los haría llegar en menor tiempo. El camino los obligó a subir y bajar por senderos sinuosos. Cris estaba agitada y sudorosa, de vez en cuando Turey la empujaba por detrás, para que continuara avanzando.

Hicieron una breve parada, los guerreros aprovecharon para afilar sus armas de combate. Cris cerró los ojos con mucha fuerza y trató de ignorar el dolor que le oprimía las costillas. No podía perder más tiempo, debía de hablar con él. Sacudió la cabeza y se le encogió el estómago con un nudo de ansiedad.

—Turey.

Ni siquiera se detuvo a mirarla y terminó de colocarse unas plumas sobre su pelo.

—Necesitamos hablar—insistió.

El taíno comenzó a pintarse la cara y el cuerpo.

—¡No me ignores, carajo! —le gritó cediendo a la desesperación.

El aludido la miró de reojo e inspiró con fuerza.

—Yo no querer—masculló. Tomó aire de nuevo y añadió: —. Turey no hablar con mentirosas.

Un golpe en la cara le habría dolido menos. Comprendía su enojo y decepción, por eso permitió que la culpa se expandiera como ponzoña por su cuerpo. Turey se apartó de ella buscando espacio, sentía que le faltaba la respiración al tenerla tan cerca. No obstante, esa negativa no iba a detener a Cris de arreglar las cosas con él. Se acercó de nuevo y le tocó la espalda con su mano.

—Entiendo que estés molesto conmigo. Reconozco que perdí mucho tiempo, pero por lo que más quieras, escúchame.

Turey se giró, se estaba ahogando en un mar de sufrimiento. La sujetó por los brazos con fuerza y la zarandeo ansioso.

—¡¿Tania mentir?!

El sonido de su voz afectó a Cris, que notó como sus hombros temblaban. El corazón se le aceleró. No tenía palabras que pudieran expresar lo que sentía, respiró hondo y se armó de valor.

—No, ella dijo la verdad —musitó con un nudo en la garganta—. Sé lo que pronto les pasará a ti y a tu gente, su exterminio marcará el inicio del mío, si eso cambia, todo lo que conozco tal vez no llegue a existir. Eso incluye a mis padres, a mi familia, mis amigos—susurró casi sin voz—. También acepté los términos de tu padre porque me sedujo la idea de volver, no sirve como excusa, pero quiero... —hizo una pausa para asimilar el vórtice de emociones que la sacudían—, o, mejor dicho, quería regresar con los míos.

Turey apretó los párpados con fuerza.

—Tú ser lo mejor que ha pasado a Turey, cuando descubrir que todo era mentira, eso destruir mi corazón. Tú no amar, solo fingir. Duele mucho.

A Cris se le erizó la piel, se estremeció con un escalofrío, temblorosa a consecuencia del dolor que transmitían los ojos del taíno. Se sentía entumecida por el enredo de sus emociones.

—Turey, no lo veas de ese modo...

Hubo un débil zumbido. Turey la empujó hacia el suelo, luego la cubrió con su cuerpo cuando una lluvia de flechas cayó alrededor de ellos. Cris ahogó un sollozo, se quedaron por unos instantes inmóviles como piedras.

—Al dar orden, corre hacia allá—le susurró indicándole con el dedo la dirección a tomar.

—¡No, estás loco! —replico—. No pienso dejarte.

Atrapada en el tiempo con el último de los taínosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora