Sueños comprometidos

98 10 3
                                    

—¿Crismaylin?

No pudo creer la voz que escuchó. Su corazón casi explotó de emoción.

—¿Rafael? —musitó con un nudo en la garganta.

—Te fuiste sin despedirte.

Cris parpadeó, aturdida. Percibió un poco de añoranza impregnada en su voz. Se acercó para comprobar que la persona que estaba delante era Rafael. Colocó una de sus manos encima de su pecho. Pudo sentir los latidos de su corazón, lo miró a los ojos, ya que una parte de su mente aún dudaba de que estuviera allí.

¿Cómo regresó? No lo recordaba ni le importaba.

Su presencia parecía tan real que no luchó contra sus ganas de abrazarlo, como lo había deseado tantas veces y por temor nunca lo hizo. En un arrebato de su corazón lo besó con pasión. Para su sorpresa fue correspondida y mientras sus lenguas jugueteaban, las manos ansiosas de Rafael tocaron sus pequeños senos, los cuales, apretó con suavidad. Las magreó sin llegar a lastimarla.

Crismaylin pensó que era irreal, pero la humedad entre sus piernas le confirmó su realidad. Rafael emitió un gemido que le erizó la piel. Si viajar en el tiempo provocó eso, bendito fuera el tío Luis Emilio.

Rafael besó su cuello y algo dentro de ella se agitó.

—Voy a marcarte—susurró con fingida suavidad—. Te dejaré un bonito recuerdo.

La respiración se le atascó, señal inequívoca de que algo andaba mal. Cris usó sus manos para apartarlo. La lengua de Rafael se introdujo en ella hasta casi sentir arcadas. Cuando por fin terminó, le mordió el labio inferior con lascivia.

Algo no estaba bien, así no fue como se imaginó que Rafael la tocaría. Debía de ser tierno y romántico, con un poco de arrebato. Volvió a su cuello, pero no para besarlo, sino a mordisquearlo con fuerza. Eso le dolió mucho a Crismaylin

—Rafael, espera—demandó mientras trataba de apartarlo.

—Mis dientes aún se notan en tu lindo cuello.

—¡¿Qué demonios?!

La imagen de Rafael se esfumó y fue reemplazada por otra, una que le erizó la piel. Su mente la rechazó con ahínco y soltó un grito ahogado que le paralizó el corazón.

Cris despertó aturdida, la bilis le subió hasta la garganta. La cabeza le iba a explotar; se pasó la mano por la frente y notó un enorme chichón en el lado derecho de su cara. Sin embargo, el alivio que sintió en su corazón no tenía precio.

Todo fue un mal sueño.

Ráfagas de dolor iban desde su nuca hasta su frente. Su estómago emitió un sonoro gruñido. El ruido de las aves nerviosas le irritaron los tímpanos. Circulaba un olor a humedad y a fresco, pero no tenía frío.

De repente le entraron unas ganas de estirarse como si fuera una gata, no obstante, algo pesado se lo impidió. Desacopló unos cuantos gases por su trasero, arrugó la nariz por el hedor que empezó a circular. De pronto, sintió algo duro por detrás. Parpadeó, confundida, se retorció como si fuera una serpiente. Trató de alejarse de eso que quería taladrar con insistencia su trasero.

¿«Y si el maldito sádico la había capturado»? Pensó con temor.

Quiso girarse y saber quién era el maniático que intentaba aprovecharse de su cuerpo, pero no pudo. Estaba atrapada. Su captor emitió un gemido agudo y débil. Intentó escapar al pellizcar con saña su antebrazo. Escuchó el gruñido y volvió a sentir con más insistencia la molesta erección.

Atrapada en el tiempo con el último de los taínosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora