Capítulo 17

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MALAS NOTICIAS

Aitana

Mis ojos me pesan, intento abrirlos y por más que trato, no logro hacerlo

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Mis ojos me pesan, intento abrirlos y por más que trato, no logro hacerlo. Todo lo que puedo ver es una enorme oscuridad a mi alrededor, mis oídos apenas pueden escuchar algún pitido extraño a lo lejos.

Intento recordar, y no lo logro. ¿Estaré soñando? ¿Por qué no puedo abrir mis ojos? ¿Por qué no puedo escuchar con claridad?

Siento un dolor en la parte baja de mi abdomen, quiero mover mi mano allí, pero no puedo, siento que todo el cuerpo me pesa, lo siento como adormecido... anestesiado.

—Mi brujita...

Escucho esta voz lejana, no puedo distinguir muy bien pero, la única persona que me dice así es mi esposo. Intento gritar y decirle que lo escucho, pero la voz no me sale, es una sensación insoportable.

—Daría todo por evitarte esto, mi amor.

Ahora sí escucho la voz de Andrés, pero, ¿Evitarme qué? ¿A qué se refiere? ¿Qué está pasando? ¿Por qué no puedo ver a Min? ¿Por qué él está llorando?

De nuevo, siento perder el conocimiento y no sé más de mí.

—¿Por qué no despierta?

Escucho nuevamente a lo lejos. Es Min, estoy segura. Otra vez intento llamarlo, la voz no me sale.

Andrés, sácame de aquí.

Por supuesto, no recibo respuesta.

—Necesita tiempo.

Escucho una voz de mujer que no puedo distinguir a quién le pertenece.

¿Quién necesita tiempo? ¿Por qué puedo escucharlos? ¿Aún sigo en algún sueño extraño del cual no puedo despertarme?

—Necesito a mi esposa.

Y yo te necesito a ti, Min. No sé qué está pasando.

Necesito a mi esposo, necesito despertar, él me necesita tanto como yo a él.

Intento abrir mis ojos finalmente, no sé cuánto tiempo ha pasado. Una luz encima de mí me hace volverlos a cerrar. Siento algún tubo dentro de mi boca, no puedo moverme.

—Señora Cha-min, ¿Puede escucharme?

Pregunta alguien a mi lado, intento asentir, no sabiendo si logré mi cometido.

—Estamos con usted, señora, aquí estamos.

Siento que todo se torna negro nuevamente.

(...)

Abro mis ojos despacio, sintiéndolos pesados, Dios mío, ¿Por cuánto tiempo he dormido? Al abrirlos, los vuelvo a cerrar, la luz encima de mí me lo impide. Intento una vez más, y varias veces más hasta que me acostumbro a la luz.

Ser tu mamáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora