Capítulo 18

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LÁGRIMAS

Andrés

Al dejar a Aitana en nuestra cama, cubro su cuerpo con una manta y me quedo ahí de pie observándola y pensando en tanto, mi mente hace mucho ruido justo ahora y no hay una sola cosa en la que piense que no sea en mi esposa, en mi brujita

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Al dejar a Aitana en nuestra cama, cubro su cuerpo con una manta y me quedo ahí de pie observándola y pensando en tanto, mi mente hace mucho ruido justo ahora y no hay una sola cosa en la que piense que no sea en mi esposa, en mi brujita.

Verla de esta forma es sin duda lo peor que he visto en la vida, lo que más me ha destrozada y, daría mi vida por evitarle ese dolor que sé que ella está sintiendo.

Pero sé que nada de lo que diga o haga hará que ese dolor se detenga, nada hará que mi brujita deje de sufrir, y nada me lastima más que eso.

Paso el dorso de mi mano por mis mejillas quitando las lágrimas que se han derramado. Suspiro antes de salir de la habitación y bajar a la sala de estar donde se encuentra mi cuñado, mis suegros y Senda.

Senda corre hacia mí y yo me agacho, esta pasa su lengua por mi rostro y yo sonrío.

—Hola, Senda, ¿Cómo has estado?

Ella ladra y alza las patas delanteras, yo me pongo de pie.

—¿Quieres ver a tu mami?

La perra se emociona y da vueltas mientras mueve su cola con rapidez.

—¿Estás seguro que tener a Senda aquí es lo mejor? — pregunta mi cuñado.

—Sí, Angel, estoy seguro. Aitana fue que me lo pidió y sabes que hago lo que sea por ella.

Mi cuñado asiente.

—Te dejé todo lo necesario en el depósito.

—Gracias, no podría sin tu apoyo.

Este me sonríe.

—¿Mi niña sigue dormida? — pregunta mi suegra.

Asiento.

—No creo que despierte en unas horas, la doctora le puso un sedante un poco fuerte.

—No puedo creer que esto le esté pasando a mi princesa. — pronuncia el señor Se-yeon.

—Nadie, papá. Es tan difícil aceptar esto, y sobre todo el hecho de saber lo mal que se lo está pasando mi hermana y no poder hacer nada por ella. Tengo tanta impotencia justo ahora.

Al escuchar a mi cuñado, mis ojos se llenan de lágrimas sin poder evitarlo.

—¿Puedo quedarme con mi niña?

—Claro que sí, señora Se-yeon.

—Yo creo que no, mi amor, debemos dejar que Aitana, Andrés y Senda estén solos. No creo que Aitana quiera ver a nadie. — pronuncia mi suegro.

—Pero es que... quisiera estar aquí, aunque sea en una habitación lejos, me duele mucho lo que le está pasando a mi pequeña y yo, quiero estar ahí, por favor. No me quites eso, por favor, Isaías.

Ser tu mamáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora