One-shots; AC/DC

Hells Bells 2 ~ Brian x Angus

Brian arrojó su bolso por ahí, el día había sido duro y jodidamente pesado. No habían pagado hoy en el trabajo y ahora que se encontraba viviendo solo, era difícil pagar la renta del departamento. Pero su madre tuvo razón en mandarlo a vivir solo, ya era un adulto.

Fue hacia su habitación. Estaba bastante desordenada, pues últimamente no tenía tiempo para mantener todo limpio. Se quitó su calzado y se echó boca abajo sobre su cama, mirando a la mesita de luz que estaba a su lado. Ahí arriba estaba esa piedrita brillante que le recordaba a él. La última vez que lo había visto fue hace tres meses, cuando aún vivía con sus padres. El tiempo pasaba rápido y apostaba lo que fuera a que Angus estaba más que enojado con él.

Se sentó en la cama y tomo la piedrita. Frotandola con poca fuerza, conocía que no era necesario poner tanta en ella. De igual forma sabía que él sólo venía cuando estaba dormido. Así que volvió a acostarse boca arriba está vez, haciendo su mejor esfuerzo por despejar su mente y dormir.

Las caricias de unas manos suaves pero de uñas filosas hicieron que despertara de la oscuridad. Sonrió, sabiendo que era él. Abrió despacio los ojos para encontrarselo recostado de costado a su lado, mirándolo con esos ojos claros que tanto le gustaban.

—¿Por qué no has llamado? —fue lo primero que dijo él. Estaba furioso, era verdad. —Te extrañé tanto y no puedo venir si tú no me das permiso. —beso sus labios despacio, conteniendose de hacerlo con fuerza pues aunque quisiera, no sentía que ningún tipo de deseo saliera de Brian y eso le quitaba la ganas a él también.—¿Qué pasa? —preguntó, levantando su mentón con su delgado dedo índice, su ira comenzó a desaparecer al notarlo tan mal.

—He tenido un día horrible. —contestó, volviendo a cerrar los ojos.

—Cuéntame que pasó. —le pidió,  acariciando sus cabellos ondulados con delicadeza.

—No han pagado y el casero quiere que le dé lo que le debo. No he cenado aún y ya son las diez de la noche. —comenzó a enumerar las razones que tenía. —Y mamá está enferma y yo lejos ahora.

—No te angusties tanto. —besó su cabeza, poniéndose de pie. —Ven, vamos a buscar algo para que comas. —sacudió un poco uno de sus brazos, animándolo a pararse.

Terminó sentado en la mesa de la cocina, cenando algo que ya estaba en la nevera preparado. —¿Tú no comerás nada? —preguntó, mirándolo.

—No cumplo con funciones vitales más allá de respirar y dormir cuando estoy muuuy cansado. —le explicó, pero notó su cara de confusión. —O sea, nunca siento hambre.

—Ah, ya veo.

Cuando terminó de comer, dejo el plato el lavabo. Mañana se encargaría de ello, ahora solamente quería el amor del otro.

—Vamos a mi cuarto. —le dijo Brian, tomándolo de la mano.

La cola del pequeño demonio comenzó a moverse feliz ante la idea de un poco de contacto físico. Y de tenerlo, lo tuvo, pero no como esperaba. La cabeza del que podía considerar su pareja estaba metida con fuerza en su pecho mientras lo abrazaba por su cintura, sin intenciones de soltarlo. Acariciaba un poco sus cabellos, sonriendo mientras empezaba a sentirse adormilado.

La forma en sus labios se desvaneció de inmediato cuando otra vez un ruido sordo pero profundo lo hizo abrir los ojos. Debía volver, lo sabía bien. Pero ésta vez no obedeció a la orden estricta de no amanecer en la Tierra. No le importaba ser azotado otra vez, quería dormir con él.

—No te vayas. —le dijo Brian, casi suplicándole.

—No voy a hacerlo. Duerme tranquilo. —le respondió.

Ambos terminaron durmiendo juntos esa noche. Angus tendría que sufrir las consecuencias de su indisciplina pero no le importaba en lo más mínimo. Estaba tan cómodo y feliz ahí, no importaba cuan tentador fuera el Inframundo, nadie ni nada de ahí se comparaba a la cálida y añorada sensación de amor.