Capítulo 4

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El tiempo había transcurrido en un abrir y cerrar de ojos, ya que faltaba solamente una semana para la celebración de su compromiso. Flores, músicos y el mejor banquete fue solicitado para que esa noche todo saliese perfecto.

Mikasa había pasado muy ocupada perfeccionando cada detalle de la reunión con la ayuda de su madre. Nunca se imaginó que planear una boda resultaría tan complicado. Aunque en su interior, se sentía muy ilusionada. Deseaba con todo su corazón que la fecha indicada llegase para poder compartir con sus familiares la dicha que la estaba regocijando.

Eren era más de lo que alguna vez hubiese imaginado. El joven duque le enviaba cartas con poemas y versos de amor todos los días. Él le decía en cada uno de sus escritos que el simple hecho de imaginarla sonreír, era lo que necesitaba para vivir con alegría. El duque era un romántico y soñador que la hacía suspirar.

—¿Así está bien o lo desea más ajustado? —inquirió con amabilidad la dulce voz de la modista—. ¿Señorita?

—¿Eh? Disculpe, madame Ral —respondió apenada, sus pensamientos hacia el duque la hicieron olvidar donde se encontraba—. Así está bien, muchas gracias.

—¡Mikasa, te ves preciosa! ¡Luces como un diamante! —exclamó con algarabía la condesa al apreciar a su hija con su vestido de compromiso—. Este atuendo solo engalana tu belleza.

—Madre —musitó con las mejillas sonrojadas—. ¿Puedo verme?

—Por supuesto —expresó con una alegre sonrisa la modista—. Ayúdenla, por favor.

Las empleadas de madame Ral tomaron con delicadeza el faldón, mientras ella le sujetaba la mano a su cliente para que pudiese girar sin problema. La condesa había solicitado que su hija fuese la última en apreciar el vestido que llevaba puesto, ya que anhelaba ver sus ojos llenos de ilusión al mirarse frente al espejo. Su pequeña lucía como lo que siempre había sido: una hermosa princesa.

Mikasa sentía muchos nervios; así que, cerró los párpados por algunos instantes, hasta que le indicaran que había quedado frente al espejo. Su madre se le acercó y con amor le acarició la mano, indicándole en ese gesto lo que tanto estaba esperando. La joven suspiró y, poco a poco, fue abriendo sus maravillosos ojos. La imagen con la que se encontró la dejó sin habla.

—El duque caerá rendido a tus pies cuando te vea con este vestido —murmuró su progenitora en su oído. Antes de alejarse un poco para que su hija pudiese apreciarse—. Madame Ral, ¡ha superado todas mis expectativas!

—Muchas gracias, milady. Es un honor complacer los deseos de la condesa y de su bellísima hija —manifestó con sinceridad. Lady Jersey pertenecía a su lista de clientes privilegiados—. ¿Le gustó, señorita?

—E-esto es... más de lo que hubiese imaginado —balbuceó la azabache, quien aún seguía hipnotizada por su aspecto. La modista le había confeccionado a la perfección el vestido que le había solicitado—. Muchas gracias.

—Es un placer. —Madame Ral estiró muy bien la falda para que la señorita Mikasa pudiese girar con tranquilidad sobre la pequeña tarima en la que se encontraba parada—. Milady, quisiera mostrarle algunas telas que me llegaron importadas desde París. ¿Quisiera acompañarme?

Hange sonrió con alegría al escuchar las palabras de la modista. Esos tejidos los había mandado a solicitar ella, exclusivamente, para otorgarle un obsequio muy especial a su hija. La condesa deseaba que su pequeña saliese de su hogar con los más finos atuendos. Incluyendo la lencería, pues debía ser la indicada para disfrutar plenamente de su viaje de bodas.

Mirada esmeralda [EreMika]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora