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.El duque se encontraba furioso, ya que aún no podía asimilar la información de la que se acababa de enterar. Así que, para no importunar más a su esposa la dejó descansando en la alcoba, mientras él se encerraba en el despacho a pensar y a analizar toda esta situación.
La noche anterior la pasó muy mal, pues él tuvo que soportar —sin poder hacer nada— el cruel sueño que le develó su mujer. Ella no le quería contar, ya que no lo quería perturbar; sin embargo, su estado de desolación y de dolor la llevó a compartir la verdad. Mikasa, por primera vez, habló sobre esa pesadilla que parecía una realidad.
Una horripilante y tenebrosa realidad.
Eren caminó de un lado al otro, mientras maldecía a ese ser que no sabía quién era. Parecía un león que acababa de salir de cacería, un depredador que no pudo luchar contra semejante adversidad. Una amenaza que no contempló y que lastimó a la dueña de su corazón.
Esto era algo que nunca se iba a perdonar. Jamás iba a permitir que nadie la volviese a dañar, sin importar que para eso él tuviese que-
—¡No quiero a nadie aquí! —gritó, cuando escuchó la perilla de la puerta abrirse lentamente—. ¡Quiero estar solo!
—Eren, soy yo. Por favor, dime, ¿qué te pasó? —inquirió Armin, desde el umbral. Él observó cuando su primo se encerró y; aunque sabía de lo que podía ser capaz si lo llegasen a molestar, aun así lo fue a buscar. El duque necesitaba hablar o de lo contrario cometería algún error garrafal—. Cuéntame, quizá entre los dos podamos resolver tu problema.
—Armin, eres tú. Discúlpame, ni siquiera voltee a ver quién se había atrevido a entrar en mi despacho —confesó, calmado. Arlet le transmitía serenidad; un sentimiento que precisaba en ese momento con urgencia—. ¿Quieres un trago?
—¿No es muy temprano para beber?
—Quizá, pero lo necesito. ¿Gustas? —El aludido negó con la cabeza, mientras observaba a su familiar servirse el whisky en un vaso de cristal. Eren lo bebió de un sorbo, de un solo trago como si fuese agua. Él ni siquiera había desayunado, pero en ese instante el alcohol era lo único que lo controlaba—. Siéntate, por favor.
—Eren, sea lo que sea, me lo puedes decir. Sabes que estoy y siempre estaré para ti —espetó con franqueza. Arlet lo único que deseaba era su bienestar y que todo a su alrededor volviese a la normalidad. Bueno, hasta donde eso se pudiese lograr—. Cuéntame, por favor.
El duque suspiró pesadamente; abasteciendo sus pulmones de aire. Oxígeno que le hacía falta, pues hasta la respiración se le cortó por la furia que experimentó. Jaeger expulsó muy despacio el vital que viajó por su tracto respiratorio. Luego se acomodó en su silla, fijando sus esmeraldas en los orbes de su primo que sin parpadear lo observaban.
Arlet estaba tranquilo, esperando a que él comenzara a hablar, sin importar el tiempo que tuviese que pasar. Él lo iba a escuchar y lo iba a ayudar con lo que fuese que lo estuviese atormentando.
Eren comenzó a relatar la horrible pesadilla que su mujer vivió. Él le compartió detalles perturbantes —sin cruzar la línea que pudiese comprometer la intimidad de su esposa—, los cuales sorprendieron al rubio, ya que estos eran espeluznantes. El duque describió lo que Mikasa le develó desde la primera vez que lo soñó. Armin escuchó y analizó la situación, poniendo énfasis en ciertos aspectos que Eren, debido a la frustración que sintió, no contempló. Sin embargo, para eso estaba él ahí; para ayudarlo a pensar y a encontrar una solución.
Así fuese un sueño contra el que lucharan. Un efímero letargo que atormentara a la dueña y señora de Cornawall. Una pesadilla que se esfumara. La duquesa, sea como sea, sería salvada. Así tuviesen que pelear contra su mente para que esta no la perturbara.
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Mirada esmeralda [EreMika]
VampirgeschichtenEn sus caricias encontraría todo lo que una señorita bien educada no debería desear. Pero, ¿quién determinaba las normas de conducta cuando se encontraban en la intimidad? ¿Cuál era el secreto que guardaba bajo esa sombría y seductora mirada esmeral...